martes, 22 de abril de 2014

Entrevista a Abel Alexander, para la revista TEATRO


Los afro-argentinos en la FotoGalería: charla con uno sus curadores

EN BUSCA DE UN PASADO PERDIDO

La revalorización de la fotografía histórica en la Argentina es una buena noticia que mucho debe a los esfuerzos de Abel Alexander. En esta nota, el investigador habla de esa tarea de rescate y se refiere a la muestra que en estos días puede verse en el San Martín, en donde se recupera la presencia de la población negra en nuestro país.


“En un mundo tan tecnificado, ya no queda ningún rincón por descubrir. Sin embargo, todavía nos queda un recurso: iniciar, a través de nuestras fotografías de familia, un extraordinario y personal viaje al pasado.”

Entre los siglos XVI y XIX, la Argentina recibió población africana traída a la fuerza en condiciones de esclavitud. La segunda mitad del siglo XIX estuvo signada por un proyecto de país liderado por el pensamiento de la denominada Generación del ’80, cuyo discurso político se alzaba sobre un ideario blanco, previsto a imagen y semejanza de las potencias europeas. La Historia oficial se encargó de instalar la creencia de que los negros se fueron evaporando y, de este modo, invisibilizó a los afroargentinos. El censo que realizó la Fundación África Vive en 2002 estimó que en el país vivían dos millones. Hacía 187 años que no se los censaba. La iniciativa fue supervisada por el Área de Derechos Humanos de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires. En abril de este año, se sancionó una ley que declara el 8 de noviembre como “Día Nacional de los/as afroargentinos/as y de la cultura afro”, en conmemoración de María Remedios del Valle, a quien el General Manuel Belgrano había conferido el grado de Capitana “por su arrojo y valor en el campo de batalla”.
En este contexto, y en coincidencia con el 170° Aniversario de la Fotografía Argentina, el 19 de noviembre pasado se inauguró en la FotoGalería del Teatro San Martín Los afro-argentinos. Fotografías 1860-1960, una muestra histórica que contribuye a la reconstrucción de la identidad visual nacional y representa un aporte para reparar el olvido histórico al que fue condenada, durante muchos años, la población afro. En la entrevista que sigue, su co-curador, el fotohistoriador, investigador y restaurador fotográfico Abel Alexander, se refirió –entre otras cuestiones– a la muestra y a la fotografía como huella de lo histórico. 

ARCHIVOS DE FAMILIA
–¿Cuál es la importancia de la fotografía antigua en la Argentina? 
–La fotografía antigua es un segmento nuevo de la historia argentina, un auxiliar poderoso que no existía y que tomó un impulso enorme en los últimos treinta años. Durante mucho tiempo, la fotografía estuvo relegada a un rincón oscuro en las cajas de los museos. Por eso, con algunos colegas especializados en el tema como Juan Gómez y Miguel Ángel Cuarterolo, iniciamos un movimiento de recuperación de la historia de la fotografía en el país. En la década del ’80, formamos un Centro de Investigaciones sobre la Fotografía Argentina, que en 1992 dio lugar a los congresos de Historia de la Fotografía y a un gran número de conferencias. Además, el panorama cambió mucho cuando once años atrás la Biblioteca Nacional abrió una colección pública para consulta, la fototeca Benito Panunzi, (en la que me desempeño como Asesor Histórico-Fotográfico), que contribuyó a que se conociera la existencia de un patrimonio fotográfico. Muchos creen que la fotografía significativa es la que está en los museos, pero el patrimonio más grande se encuentra en los archivos de familia, en las fotografías que recibimos de nuestros antepasados.

–¿Cómo lo influyó el ser descendiente de Adolfo Alexander, el fotógrafo alemán que introdujo la técnica del daguerrotipo en la Argentina y Chile?
–Me dediqué a la fotografía sin saber que mi bisabuelo fue fotógrafo y que su padre le había enseñado el oficio. Enterarme me cambió la vida. Hace unos días, regresé de un viaje a la tierra de mis antepasados: Hamburgo, Hameln y Hannover, donde una amiga descubrió que Alexander (daguerrotipista), además de retratista, fue uno de los pocos fabricantes de cámaras del mundo. Ella encontró un aviso en un periódico de Hameln que aconsejaba a los vecinos retratarse en el estudio de Adolfo Alexander: “El daguerrotipo es superior al de la competencia porque trabaja con las cámaras que él mismo fabrica”, señalaba el matutino. Ahora estoy enloquecido buscando una de esas cámaras.

–¿Cómo es el vínculo de los argentinos con la fotografía?
–La fotografía nació en París en 1839 y recién en 1843 se abrieron los primeros talleres de daguerrotipo en Buenos Aires. Desde entonces, los argentinos acudieron a los estudios a tomarse retratos, que son los que componen el volumen más grande de la fotografía. También se contrataban fotógrafos para fiestas y otros acontecimientos, lo que produjo imágenes que van pasando de generación en generación y que conforman el archivo fotográfico de una familia, generalmente conservado por las mujeres. Gran parte del éxito de las muestras históricas de la FotoGalería se debe a que los temas son cercanos a la vida social: bodas, deporte, primeras comuniones, transporte, comercio. Se trata de fotos que cualquiera tiene en su casa y que comienzan a ser revalorizadas. Sucede que la fotografía es la historia feliz de nuestro pasado, los momentos gratos en los que se contrataba un fotógrafo para conmemorar algo importante. Durante la juventud, uno cree que la vida es eterna. A cierta edad, las personas se dan cuenta de que se acerca la muerte, aparece la certeza de la finitud de la vida y comienzan a tener interés en su propio patrimonio fotográfico. Suele coincidir con el fallecimiento de los padres: los hijos heredan sus fotos y se despierta en ellos una curiosidad que no solían sentir.

–Con Juan Travnik, curó varias muestras de fotografía histórica en la FotoGalería, por las que realizó también numerosas visitas guiadas. ¿Cómo comenzó esa relación? 
–En 1998, Travnik asumió como director de la FotoGalería del Teatro San Martín y me propuso preparar una muestra, La Buenos Aires de ayer y la de hoy, en la que colaboré con algunos colegas de la Sociedad Iberoamericana de Historia de la Fotografía, que presido. Al tiempo, Travnik me confesó que la mayor parte del público se interesaba más por la fotografía antigua que por la moderna, a lo que le contesté: “Bienvenido al club”. La Buenos Aires de hace un siglo es desconocida para nosotros y eso genera una gran curiosidad. Coleccionar es rescatar. Entonces, le planteé la posibilidad de una exposición anual con características comunes: seleccionar un tema como eje en cada muestra y realizarlas con originales de época (fotografías vintage) que provengan de coleccionistas privados. Las instituciones no participan, queremos resaltar el valor del coleccionista privado porque está conformando, de alguna manera, un patrimonio histórico fotográfico. La de los afroargentinos es la decimoquinta exposición anual de historia de la fotografía que programamos en la FotoGalería del Teatro San Martín, que es la fotogalería más importante del país.

RETRATOS EN NEGRO
–¿Qué particularidades tiene esta muestra sobre la población afroargentina?
–Está compuesta por siete coleccionesAbel Alexander, Rubén Casadei, Pablo Cirio, Colección Cuarterolo, Silvio Killian, Juan Pangol y Fernando San Martín, integradas por formatos albúminas y gelatino-bromuro de plata. Creo que va a generar mucho interés. La idea fue del antropólogo Pablo Cirio, quien investigó a fondo la población afro en la Argentina, y su trabajo de campo lo llevó a coleccionar fotos del componente afroargentino del tronco colonial. Expuso con nosotros por primera vez y participó con la mayor cantidad de obras. A la hora de seleccionar las fotografías, con Travnik buscamos la belleza, la rareza, la calidad y el mensaje.

–¿Hubo algún motivo que determinó su acercamiento al tema?
–Mi contacto con la raza negra comenzó hace más de veinte años, en un viaje a Córdoba, donde visité a un anticuario buscando daguerrotipos. Me trajeron uno en un estuche que contenía una plancha negra en la que no se veía nada. No se sabía si era una maceta, un caballo o qué. Tenía una oxidación feroz. En el interior de la tapa del estuche, había una etiqueta con el nombre del fotógrafo Emilio Lahore, por lo que decidí comprarlo, ya que sólo el diez por ciento están firmados por sus autores. Se lo entregué a mi colega Miguel Cuarterolo (fotoperiodista, gran coleccionista de fotografía histórica y de daguerrotipos), que estaba aprendiendo a restaurar. Una noche me llamó y me dijo: “Maestro, usted tiene más culo que cabeza”. Se trataba de un daguerrotipo de un negro. Investigando, descubrí que era un famoso profesor de música que enseñaba a familias adineradas de Buenos Aires. Quedé impactado y comencé a investigar y buscar material. Si bien en nuestro país creció mucho el coleccionismo de fotos antiguas, es muy raro que aparezcan fotos de negros. Luego, encontré un álbum de imágenes de una familia negra en un local de San Telmo, lo compré y empecé a escribir mi primer ensayo acerca de la fotografía negra en Argentina: Retratos en negro. Afroargentinos en la fotografía del siglo XIX.

–¿Es verdad que a comienzos del siglo XIX constituían casi un tercio de la población del país?
–Así es. La Argentina está integrada por tres componentes étnicos: indígenas, blancos y negros. Somos una colonia española que introdujo negros y, si bien no hubo una esclavitud masificada como en Brasil, existió un componente negro muy grande, especialmente en las provincias del interior. La prohibición de la trata de esclavos disminuyó el flujo de negros, que luego fueron enviados en batallones a guerras civiles y de la independencia. Por otro lado, eran el segmento más pobre de la sociedad y las condiciones de salubridad de la época no eran buenas, con epidemias cíclicas de fiebre amarilla y cólera. Pero el gran factor que eliminó la presencia negra en la Argentina fue la inmigración europea. Ahora quedan afrodescendientes que son, en su mayoría, descendientes de esclavos africanos. 

–Pero muchos niegan su negritud.
–Claro, y es cuando aparece la fotografía para reconstruir la memoria.

–Sarmiento decía que para ver a un negro había que ir a Brasil…
–¡Y eso que en la época de Sarmiento había muchos! El racismo hacia los negros existió siempre en todo el mundo. Sucede que la elite política y social de nuestro país quería pertenecer a un país europeo y blanco. Para eso se rechazaron y se ocultaron bajo la alfombra nuestras raíces negras y las de los ahora denominados “pueblos originarios”.

–El mito de la Argentina blanca persiste en el inconsciente colectivo de la sociedad.
–Claro. Pero afortunadamente hay una corriente de reconocimiento del aporte negro al país, una tendencia a rescatar la identidad negra argentina. En ese sentido, resulta fundamental la labor de Pablo Cirio, quien permanentemente estudia sobre el legado cultural afro. Nuestro lenguaje está plagado de términos africanos (mina, tango, mucama, mondongo, banana, entre muchos otros). El legado afro también se extiende a áreas como la música y la gastronomía. Muchos no saben que el primer escribano de La Plata fue negro, o que Bernardino Rivadavia también era afrodescendiente.

–¿Los negros también se retrataban?
–Las personas iban al estudio fotográfico cuando se conmemoraba algo importante en su vida y tenían la certeza de que ese retrato los iba a sobrevivir, por lo que no querían que su imagen pasara a la posteridad como la de un payaso. Entonces, posaban solemnes e intentaban parecer más lindos, más jóvenes y acaudalados de lo que eran. Para eso, los estudios contaban con objetos que pretendían otorgar estatus a los clientes. Los fotógrafos profesionales utilizaban tecnología de punta y no discriminaban por el color de piel, eran comerciantes. En 1870, los negros adinerados ya acudían a retratarse. Pero antes, las familias pudientes llevaban a sus sirvientes negros para mostrar una posición socioeconómica o para mantener a los niños quietos y calmados frente a la cámara durante la toma, ya que pasaban más tiempo con sus nodrizas que con sus madres. Muchos fotógrafos extranjeros tomaban registros de negros en sus oficios o formando parte de un colectivo (en acontecimientos sociales o fotografías escolares).

MÁS PERO MENOS
–Actualmente, la fotografía atraviesa un momento particular: se toman miles de fotografías, como nunca antes, pero la mayoría de ellas no se revelan. ¿Cómo cree que evolucionará la fotografía en la era digital?
–Por un lado, la humanidad podría avanzar a un tiempo sin fotos. Es verdad que se sacan millones, pero no se las revela y con el tiempo las imágenes se van perdiendo. Antes se almacenaban en formato disquete o zip (que ya son obsoletos), luego se pasó al CD y al DVD. No sabemos cuál será la duración de la fotografía digital. Tampoco qué se conservará ni cómo podrá visualizarse. El noventa por ciento de mis fotografías provienen de la basura y me la proporcionaron cartoneros que las rescataron de la calle. A veces encuentro verdaderos tesoros. Por eso, siempre que puedo, pido a los que toman fotos que impriman al menos el 0,07 por ciento, porque es la manera de que perduren más allá de cualquier transformación tecnológica. Mi lema es: “No destruya sus fotografías antiguas, pertenecen al patrimonio cultural de nuestra Nación”.

–¿En qué sentido podría seguir concibiéndose la fotografía como el registro testimonial de mayor veracidad?

–La fotografía antigua tiene muchos componentes mágicos. En un mundo tan tecnificado, ya no queda ningún rincón por descubrir. Ese fue un privilegio que tuvieron nuestros antepasados. Sin embargo, todavía nos queda un recurso: iniciar, a través de nuestras fotografías de familia, un extraordinario y personal viaje al pasado. De esa forma, podríamos develar mundos que sólo nosotros vamos a ver y, como si eso fuera poco, esos mundos son los orígenes mismos de nuestra existencia.

viernes, 31 de mayo de 2013

ENTREVISTA A HORACIO PEÑA



“EL CRÍTICO” O EL TEATRO QUE DESENMASCARA AL MUNDO


El reconocido actor conversó acerca de su experiencia en El crítico (Si supiera cantar, me
salvaría), de Juan Mayorga que –dirigida por Guillermo Heras- se encuentra en cartel en la sala Cunill Cabanellas. Además, reflexionó sobre su oficio, sus compañeros y el rol de la crítica.


ENFOQUES SOBRE EL ARTE
La obra -en principio- me pareció rara. Demanda meterse en el mundo de Juan Mayorga, un español contemporáneo que está en la cresta de la ola, con espectáculos en cartel en todo el mundo. La semana que viene voy a tener el gusto de conocerlo. Es una pieza muy llena de discurso, pero cuando fuimos poniendo el cuerpo y empezamos a corregir ciertos giros del texto,  comprendimos que superficialmente puede ser una discusión entre un crítico y un autor pero que va más allá: son dos formas de ver el arte, de cómo el teatro debe comprometerse y no ser simplemente digestivo. El crítico propone que el teatro sirva para desenmascarar al mundo, para mover algo en el corazón y ponernos en el lugar de cierta verdad. Eso depende de los autores, los directores y las actuaciones. De lo contrario, lo que se ve son estampitas que se mueven dentro del escenario. El actor no tiene que ser un repetidor de textos escritos por otros o memorizarlos para repetir como un loro. En todo caso, debe haber un ida y vuelta entre el texto y el actor, un entendimiento en profundidad.

SORPRESAS Y DESEOS
A Guillermo (Heras) lo conozco hace tiempo y nunca habíamos trabajado juntos, lo cual es una experiencia entrañable. Es un hombre de una gran sensibilidad. Antonio Machado dice en un poema: “Soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”. Guillermo tiene esa calidad de bondad. En cuanto a Pompeyo (Audivert), somos dos actores bien distintos en nuestra formación pero compartimos la pasión por el laburo. Él se mete, prueba, le gusta jugar y proponer. Eso siempre es satisfactorio, es una muy grata experiencia trabajar con él, y más teniendo en cuenta que el espectáculo lo iba a hacer el Pato Contreras -que se fue a Chile- y me sorprendieron llamándome a mí. Diría que sólo tengo tres asignaturas pendientes a esta altura de mi carrera. Una es trabajar con mi mujer, Marcela Ferradás. Lo hicimos en Galileo Galilei de Bertolt Brecht, dirigida por Rubén Szuchmacher y en Stéfano de Armando Discépolo, dirigida por Roberto Mosca, antes de ser pareja. Otra es que me dirija mi hijo, Hernán. Y la tercera, hacer un unipersonal, que me asusta un poco pero es lo que me falta.

¿AUTOCRÍTICA?
Descreo de la crítica que se ve hoy en día. No hay críticos del tamaño de los que había hace treinta años. Si la crítica no enseña al que la lee, si no fundamenta correcciones en la mirada que tuvo el actor sobre el personaje… ¿Quién dice que es bueno y qué es malo? No conozco una crítica que haya tirado abajo un espectáculo o que lo haya levantado. Muchos críticos no aman el arte, sino el pequeño poder que los hace importantes. Distinto fue el caso de Kive Staiff cuando hace muchos años realizó una crítica de una puesta de Carlos Gandolfo y luego de volver a ver el espectáculo,  escribió nuevamente para pedir disculpas. Me parece una estupidez que los críticos no puedan aplaudir o reírse durante una función. El crítico es un señor que tiene más elementos para mirar una obra, nada más. Nadie sabe mejor que uno cuando está bien y cuando está mal. Ir todas las noches a hacer un espectáculo sabiendo que uno está mal y que se llegó a una instancia en la que no se puede corregir más porque cambiaría la estructura, debe ser terrible. En general, trato de no leer críticas porque lo que siento frente a la gente cuando actúo tiene más verdad que cualquier crítica.

ANIMALES TEATRALES
Tuve el privilegio de ser parte del elenco estable del San Martín del 80 al 89, trabajando con pesos pesados del teatro (Alicia Berdaxagar, Walter Santana, Elena Tasisto, entre otros) y aprendí mucho de todos ellos. Fue un periodo de crecimiento maravilloso: uno se miraba y se devolvía cosas con los compañeros, había mucho intercambio. Eso es parte de mi naturaleza y no puedo trabajar de otra manera. Últimamente no veo demasiada gente exigiendo de sus compañeros un levantarse a pelear. Alfredo Alcón o Norma Aleandro son, más allá de los diferentes gustos, animales de teatro. No porque hagan algo en particular, sino por lo que sucede con ellos en escena. Son fuerzas de la naturaleza. Es como estar arriba del escenario con un ciclón, con una tormenta, con un viento. Son como dice el tango Garganta con arena: “Tu voz, que al tango lo emociona, diciendo el punto y coma que nadie le cantó”, porque con estos monstruos teatrales las comas, las pausas, todo tiene sentido. Siento que hay una tendencia a hablar igual, a una especie de no actuación, y eso es un contrasentido porque hay una naturalidad en la vida que no tiene nada que ver con la naturalidad del teatro, que en sí mismo es un artificio. Estamos hablando de gente grande que se disfraza y se sube a un escenario…no es serio. Uno es el que tiene que hacerlo serio para crearle al espectador un ritual, un misterio que es el teatro.

LA IMPORTANCIA DE LA CULTURA
Yo fui testigo y partícipe del mejor momento de este teatro cuando la Argentina se puso en el mundo a partir de él. Ahora, vuelvo vencido a la casita de mis viejos y la casita está hecha pelota. Me da mucha tristeza. Veo el descuido, el deterioro y que nadie se ocupa de mantenerlo bien aunque esto sea una vidriera para la ciudad. Me da rabia, no es justo. Han desarmado talleres que eran ejemplo, donde se aprendían oficios. La cultura para la ciudad no es política de estado y además están haciendo un negocio tramposo porque en los hechos este teatro –al menos en parte- está privatizado, cosa que no se dice públicamente. La prognosis de la enfermedad es grave: hasta que no se entienda que la cultura es parte del progreso de un país, esto se nos va de las manos. No hay una política de empezar por hacer didáctica, por crear conciencia en el otro de lo que significa la cultura, en este caso puntual, el teatro.

UNA MENTIRA PREÑADA DE VERDAD
Hay cierta impunidad arriba del escenario, porque la mentira está legalizada, pero es a su vez una mentira preñada de verdad. No se trata de ser falso en lo que uno hace, sino de vivir una verdad que es del teatro, y no de la calle. Ingrid Pelicori me dijo una vez: “Yo tengo más miedo en la calle que en el escenario”. El teatro encierra un riesgo que se juega adentro de uno, nadie sabe qué usas realmente de tu intimidad más secreta…tal vez tu compañero sí, porque comparte la zona de ensayo y búsqueda. El problema es cuando los actores quieren hacer las cosas bien en los ensayos. El teatro es una continuación de la vida y la vida no es aburrida, así que no quiero aburrirme en el teatro.

jueves, 11 de abril de 2013

mini Entrevista: Graciela Araujo


La actriz de Final de partida, de Samuel Beckett, que dirige Alfredo Alcón en la Sala Casacuberta conversó con Vía libre a pocos días de haber estrenado la obra.
FOTO ARNALDO PAMPILLON
EL REGRESO
En 2010 estuve en la Sala Casacuberta haciendo Estaba en mi casa y esperaba que llegara la lluvia, una hermosura de Jean-Luc Lagarce, con dirección de Stella Galazzi. Me gustaba muchísimo y estaba muy feliz, pero antes de terminar las funciones tuve que dejar (fue la primera vez en la vida que me bajé de una obra) porque tuve un problema grave que no paró por dos años. Tuve muchas internaciones. Me costó el aire dejar ese espectáculo. Entonces, Final de partida marca mi doble regreso: al teatro y a esa sala. Cuando Alfredo (Alcón) me llamó para formar parte del elenco, le agradecí y él me dijo: “No me agradezcas, yo te llamo porque quiero que estés”. Estoy muy contenta porque él es un gran director y esta es mi primera vez haciendo Beckett.

AFECTOS
La obra es profunda, bella, poética. Se trata de una pieza abierta de interpretaciones para cada espectador. Cuanto más se la lee, más se la puede comprender. Alfredo la ama y hace años que quiere hacerla. Joaquín (Furriel) también estaba muy interesado en trabajar en ella. En definitiva los cuatro –Roberto Castro también- la amamos y a la vez nos tenemos afecto el uno con el otro, algo que es potenciado poro la obra. Al ser actor, Alfredo es muy cuidadoso para hacer observaciones. Siempre las hace luego de elogiar algo. En el 80 hicimos juntos Hamlet, de William Shakespeare, y ganamos el premio Moliere. En esa puesta también fui la madre. En ese caso Gertrudis.

EL DESAFÍO
Pararse en el escenario encarnando a Nell y transmitir algo en cada función (que es distinta) es un desafío enorme siempre. Al principio, yo estaba tan sensible por las experiencias que venía atravesando a nivel personal, que leía una escena de amor y lloraba. Mi personaje (la madre) evoca cosas que vivió con su pareja, lo cual me resuena en muchos lugares internos, porque yo también soy melancólica.

Entrevista a José María Muscari


El autor y director de “Póstumos. Un show filosófico sobre la vida y la muerte” nos cuenta su experiencia con la obra, que se encuentra en cartel en el Teatro Regio.
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¿Qué significa Póstumos para vos?
Es un proyecto adorado por mí y me gusta que sea en este momento porque es un espectáculo muy emotivo. Soy feliz. Me sensibiliza mucho esta experiencia; me hace crecer como autor, como director y sobretodo como persona. Hace muchos años tengo ganas de hacerla, así que estoy muy agradecido al Complejo, a los actores y al equipo.

¿Cómo describirías al elenco?, ¿Qué particularidades tiene?
Es un elenco muy poco “sanmartiniano” porque es muy popular. Tiene una fuerte impronta desde la historia de múltiples géneros: la revista porteña (Gogó Rojo), el café concert (Edda Díaz), el teatro idish (Max Berliner), la comedia picaresca (Luisa Albinoni), el cine de entretenimiento (Ricardo Bauleo), la novela (Erika Wallner), la radio (Nelly Prince), la televisión (Hilda Bernard), los programas populares (Tito Mendoza). Por otro lado, me encanta, me reconforta tener en el escenario a pedazos de nuestra historia viviente. Son parte de nuestra cultura popular y la obra da cuenta de ella. El trabajo con el elenco fue especial, de un entramado artesanal pues hay actores de más de noventa años, y esa experiencia es muy singular.

¿Qué dificultades tuviste que sortear en los ensayos?
Es una obra festiva, luminosa, pero con un tema potente como el paso del tiempo. Soy un director ansioso, inquieto, y tuve que moderar mi dinámica veloz para encontrar un tempo  que es el que hoy lleva Póstumos. Tuve que conocer los tiempos de mis actores para poder moldearme a ellos.

¿Qué respuesta del público notás desde que el espectáculo está en cartel?
La repercusión es genial: el público se emociona y se divierte por partes iguales, ovaciona a los actores y los ama porque ellos están en el inconsciente colectivo. Es un espectáculo moderno y clásico a la vez. Es esperanzador, pero con gran melancolía, y eso los espectadores lo agradecen. Es una experiencia única.

jueves, 31 de enero de 2013

ENTREVISTA A FRANCISCO PESQUEIRA


“Todo lo que me quitó la vida me lo devolvió el teatro”

P1110250El actor y cantor conversó con Vía Libreacerca de su experiencia en la puesta de Macbeth que –dirigida por Javier Daulte- se repuso recientemente en la sala Martín Coronado. Celebrando veinticinco años de trabajo como actor, hace un recorrido por su carrera y su vida personal. Además, nos cuenta cómo vivió la conducción de la fiesta de fin de año para el personal con Claudio Da Passano. 

SER PARTE DE LA GRAN FAMILIA
Este año cumplo veinticinco años trabajando profesionalmente como actor. Caí en la cuenta de eso a raíz de la ceremonia de fin de año del Complejo, en la que se homenajeaba a los empleados por los años de servicio que habían cumplido. Para mí fue un premio que me elijan para la conducción de la fiesta.
Siempre llego al teatro exageradamente temprano, aproximadamente dos horas antes. En el teatroEl búho, donde hago Nada te turbe (mi unipersonal), me encanta tomar mate en la platea y estar en todos los detalles. Cuando hacía funciones de Pepino el 88, el musical de Daniel Súarez Marzal, sentía que Susana Perrone (Peluquería) me maquillaba las lágrimas, porque mi mamá estaba muy enferma y sólo la veía en pequeñas escapadas que hacía a Córdoba (nunca falté a una función). Cuando le entregué el diploma a Susana, terminé sintiéndome parte de la familia del San Martín, que es la que nos incorpora a todos y se vincula a la mística que desprende el teatro más allá de los gobiernos y las eventualidades.

CÓMO FUE CONDUCIR LA FIESTA
Cuando los conductores tienen que animar un evento hay una especie de obligación en ser gracioso. Me considero elocuente (tengo un grupo de humor que se llama Carne crítica), pero siento que el teatro está en un momento especial y noto que hay gente que está triste. Es una instancia de transición. Durante la fiesta, me pareció que no había que forzar nada para que fuera gracioso. Escuchar a los compañeros del teatro era muy emocionante, aleccionador, porque mostró un concepto de fidelidad de años de respeto y amor por nuestro trabajo. En ese sentido, cuando algo que uno quiere tiene algo que está mal, uno lo quiere igual. La cultura es todo en un pueblo y somos responsables de todo lo que va sucediendo. Por eso, los que creemos de una manera diferente tenemos que –más que nunca- tomar una posición para defender aquello en lo que creemos. Lo combativo, el compromiso ideológico, no puede ser un estado de Facebook o Twitter porque no llega a tener el matiz de inteligencia para razonar juntos las ideas y sacarlas adelante. El arma de los artistas es decir lo que tenemos para contar acerca de lo que pensamos del país, de la ciudad o de la cultura del mundo. Creo que la mejor forma de mostrar el optimismo es la acción.

ACERCA DE “DAPA”
Cuando uno toma el teatro como lección de vida y asume todo lo que conlleva como compromiso, da enormes satisfacciones. Admiro y quiero mucho a Claudio Da Passano, con quien animamos la fiesta. Él tiene su nobleza intacta y el árbol genealógico del teatro en su sangre (es hijo de los actores María Rosa Gallo y Camilo Da Passano, y hermano de la actriz Alejandra Da Passano). Uno de los trabajos actorales más lindos que vi el año pasado fue Para qué vamos a hablar de la guerra, la adaptación de La strada de (Federico) Fellini que interpretaron Malena Figó, Nacho Vavassori y el mismo Da Passano, con dirección de Román Podolsky.

MISIÓN MÁS QUE CUMPLIDA
Mis cuarenta y tres años pueden parecer menos porque la cuestión lúdica del actor genera una juventud eterna. Me tocó transitar una enfermedad siendo muy chico, y en vez de estar bailando en un parlante, estaba tirado en la cama de un hospital. Un día, mi hermana me dijo: “Los años que parece que tenés de menos son los años que pasaste de esa agonía, así que descontátelos”. El sufrimiento tiene una lección para ver.
Frente al trabajo, trato de conservar la inocencia y la esperanza de un chico. Las cosas que suelo sentir tienen mucho de lírico y romántico, por lo que el niño interno está presente en mí. Además, arrastro desde pequeño la ilusión de ser actor, y mi sueño de trabajar en el Teatro San Martín es tan largo como esa ilusión. Una vez dije que yo sería un mosaico del San Martín. Cuando uno cumple una meta, se encuentra con una realidad diferente al ideal con el que soñó, pero que tiene algo para enseñar. Cuando era chico, este teatro tenía un elenco estable y yo quería llegar a laburar acá por el prestigio. Quería ser un “Eleno Tasisto” (jaja). Venía a actualizar mi currículum todos los años, hasta que Gustavo Schraier (Coordinación Artística) me llamó para el casting de Panorama desde el puente, de Arthur Miller, con versión de Federico González Del Pino y Fernando Masllorens (2004). Y no quedé.
En mi vida hay una constante: todo llega a un ritmo lentísimo. Fui aceptándolo y adaptándome al proceso y a los tiempos de las cosas y eso me ayudó a defender, rectificar y tomar decisiones mucho más profundas. La oportunidad me llegó en 2006, con Rey Lear de William Shakespeare, dirigida por (Jorge) Lavelli. Era el sueño dorado de cualquier actor. La puesta la protagonizó (Alejandro) Urdapilleta, a quien admiraba desde que vi Hamlet (o la guerra de los teatros), la adaptación de (Ricardo) Bartís -una de las personas que más quiero del ambiente- de Hamlet, de Shakespeare. Fue como estar en el Titanic: un crucero del amor, con sus grandes aprendizajes y sus complicaciones.

LA MEMORIA
Tengo una melancolía alegre. Me parece muy importante tener memoria y no olvidarse de los actores que fueron parte de nuestra historia. Para mí era muy importante rendirles tributo a los poetas, aunque sea desde la canción y decidí hacer Nada te turbe, un espectáculo con poemas que pasaron a tener músicas de distintos compositores. Por ejemplo, un poema de Alfonsina Storni con música de Celeste Carballo o uno de Antonio Machado con música de J. Manuel Serrat. Cuando lo reponga voy a agregar un poema de Alejandra Pizarnik. Muchas de las cantantes que sacaban un disco cuando yo tenía trece años fueron incluidas en mi obra y grabaron en mi disco. Eso también llegó treinta años después de que lo soñé. Como todo en mi vida, se tomó su tiempo, pero llegó.

PATERNIDAD
Lo único que me hace llorar en terapia es que no tengo el abrazo de un hijo. Tengo algo de padre con todos, elencos, sobrinos, amigos, gatos. En mí conviven el niño y el padre. Me gustaría ser padre de alguien que lo necesite. Todavía no aprendí a hacer plata, pero cuando esté mejor económicamente, me gustaría adoptar y cambiarle la vida a un hijo. Soy un gran generador, muchos de mis trabajos llegaron porque alguien me vio actuando en algún proyecto de autogestión que había tenido premios o reconocimiento, lo cual es mucho más contundente que un casting, porque viendo a alguien en una obra permite observar mucho más acerca del todo de una persona. Nunca envidié que a alguien le den un protagónico y a mí no, pero sí envidié un abrazo de un hijo. El elenco de Macbeth está lleno de bebés de mis compañeros, y me parece un milagro.

LA REPOSICIÓN DE MACBETH 
Todo lo que me quitó la vida me lo devolvió el teatro. Defender la pasión –cuando uno sabe que ya la tiene- es un proceso de conquista permanente que no puede ser vencido por nada. Carlos Gandolfo decía: “mejor que enamorado, es enamorándose”. Mi hermana y mi papá se murieron en el lapso de un mes, antes de arrancar con Macbeth, obra a la que llegué apaleado por la vida y con problemas de plata. Trabajar con (Javier) Daulte es otro sueño cumplido. Mis compañeros son increíbles. Los quiero, los admiro y vi sus trabajos fuera de la obra que compartimos.
Es muy distinto brindar en navidad y año nuevo sabiendo que uno tiene un trabajo que se vuelve a hacer. Es una alegría reencontrarme con mis compañeros. Julieta Vallina es entrañable y Mónica Antonópulos también. En El Dibuk también me pasó lo mismo con Paula Ransenberg o Tamara Garzón, entre otras. Soy muy feminista porque veo una solidaridad creciente entre las mujeres en contraste a una histeria que noto en nosotros, los hombres. Macbeth fue un gran aprendizaje que hice gracias a mis compañeros y a Javier, que es un arquitecto del laburo, que piensa todo y con quien nada es casualidad. Una experiencia como Macbeth es genial: Shakespeare + Teatro San Martín + buenos compañeros + sueldo.

EL ACTOR EN EL CANTOR
Este año voy a seguir con Nada te turbe. También estoy armando un espectáculo -dirigido por  Carlo Argento- con Ramiro Pettina, que es el mismo músico con el que hice Te doy una canción(nominada el año pasado a los premios ACE en el rubro mejor actuación en café concert) sobre películas argentinas de todo tipo. Me apasiona el cine. Además, creo que voy a cantar con Maximiliano Serral canciones españolas, que me da mucho placer y está en mi sangre gallega, en mis ancestros. Cantar Gracias a la vida y ver que alguien saca un pañuelo en la platea para escucharte cantar es lo mejor del mundo. En mi caso, el actor sostiene mucho al que canta, lo dota, le da un soporte de técnica según los géneros, estudios, y a la hora de tomar elecciones en el decir.

ENTRE LA BELLEZA Y EL RECONOCIMIENTO
Con el tiempo voy asesinando los prejuicios. Me molesta que haya tantas cosas que provienen del acervo popular y son discriminadas por ser grasas y en realidad son bellas. Uno tiene el poder de embellecer las cosas, entonces, ¿por qué debería discriminarse un género? Por haber sido ecléctico, hay un sector de la crítica que aun me desconoce y otra que puede hablar de todos mis trabajos. Tuve mucha suerte con las críticas. Me importan, y los premios también, porque todos buscamos un mimo, como el delfín que salta y le dan un pescado (risas). Las redes sociales también colaboran en mi trabajo. He tomado entidad para mucha gente Le pongo una vela al Facebook. Uno siempre espera sostener la esperanza, es decir, que el trabajo continúe.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Entrevista a Martín Pugliese


“Me encanta ser parte del sacrilegio”

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El humorista, actor, locutor y guionista de televisión conversó con Vía Libre acerca de su experiencia en Macbeth, de William Shakespeare, que dirige actualmente Javier Daulte en la sala Martín Coronado. ¿Qué significa para él el stand up?, ¿cuál es su mirada sobre el humor en la actualidad?, ¿qué cosas lo hacen reír?


GRATA SORPRESA
Formar parte de esta puesta de Macbethfue algo inesperado para mí. Cuando estudiaba actuación, pensé: “Ojalá algún día me toque actuar en el San Martín”, pero no era un objetivo. Entonces, cuando empecé los ensayos me di cuenta de que había olvidado lo que realmente significaría trabajar acá. Mis amigos, familia y colegas me decían: “¡Vas a estar en el San Martín!”. Es súper motivador estar en este teatro, es un monstruo. El no estar alertado de lo que implicaría esta experiencia generó que mi tránsito sea cotidiano y que lo disfrute con mucha felicidad, muy  tranquilo.

DEL ONE-MAN SHOW A MARTÍN CORONADO
Estaba haciendo Cómico Stand Up 5 con Peto Menahem, cuando -luego de ver una función en Paseo La Plaza- Javier (Daulte) me llamó para formar parte de Macbeth. Es una obra tan grande que al principio no tenía noción de la responsabilidad que iba a tener en determinado momento. En otros actores recaería tanto peso, que yo no me sentía atemorizado. Mi responsabilidad iba a ser hacer reír, algo que es claro al instante si no funciona. Por eso me pregunté: ¿y si no funciona?
Disfruté mucho de los ensayos. Para el monólogo estaba solo con Javier (Daulte). Hacía mucho tiempo que no trabajaba con un grupo tan grande: son veintidós muy buenos compañeros, con los que nunca había laburado antes, y que se interesaron por lo que yo hago, que vengo del stand up. En escena tengo que estar bastante solo con el público, pero abajo del escenario la paso mejor y me divierto más trabajando en equipo, comparto muchos momentos.

HUMOR: ESCENARIO Y TV
En actuación, cuando me tocaba hacer proyectos propios siempre elegía el humor. Soy fan de Les luthiers y de otros comediantes de afuera. En 2001, cuando el stand up comenzó a aparecer en Argentina,  empecé a estudiar con uno de los únicos cuatro comediantes que hacían Stand up acá. En 2002 ya era presentador del varieté del teatro El farabute. Arranqué en los comienzos del stand up, que ahora es como la soja. Lo que más me hace reír es volver a ver los videos del grupo británico Monty Python, porque creo que es lo mejor que se hizo y es difícil superarlo. El humor perdió espacio en la televisión porque se hace hasta en los noticieros, los programas de edición, etcétera. Se perdió el tipo gracioso. De lo que hay actualmente, me divierte mucho (Diego) Capusotto. Antes había para todos los gustos: más intelectual, más popular. Los fenómenos de internet pueden hacer que el humor vuelva a ocupar espacio en la tele, como sucede con los videos de Cualca.

EL OBJETO DE LO GRACIOSO
Me hacen reír mis amigos y poder mirar algunas situaciones desde otro lugar: la gente que se queja por la tele, alguien hablando muy en serio, todo lo académico. Pienso que todo tiene su costado para hacer reír, el problema es cuál es el objeto de la risa. Por ejemplo, el holocausto y los desaparecidos son temas de los que uno no se va a reír, o al menos no de ciertos aspectos, pero sí puede tomar un costado para abordarlo desde el humor. Recuerdo un sketch que hicimos con un grupo de humor, en el que sucedía que Adolf Hitler estaba vivo en Bariloche y un grupo de estudiantes iba a la casa de ese abuelito (Hitler) a comprar chocolate. Él empezaba a gritar porque ellos no lo escuchaban, no lo respetaban y no sabían quién era. Cuando se les preguntó a los chicos si sabían quién era ese hombre, uno de ellos contestó: “Era el malo de La lista de Schindler”. El humor negro denuncia algo que pasa con respecto a un tema. Actualmente, el lenguaje políticamente correcto invade lo cotidiano y uno siente que tiene que hablar con especial cuidado de determinadas cosas. Un chiste que se me ocurrió al respecto: según el Inadi, ya no se van a poder pegar paralíticas sino rodillazos con capacidades especiales. Nos podemos reír de todo; lo absurdo es creer que como hay algo desigual en relación a un tema, hay que llevarlo al extremo en todas las situaciones de la vida, pero el efecto es que llevado al extremo eso es ridículo.

UNA MIRADA HERÉTICA
Acerca de lo que sucede en mi aparición, noto que al principio la gente reacciona con sorpresa. En algunos casos, con desconcierto. La mayoría de los espectadores lo reciben muy bien y algunos se me acercan a decírmelo. Tal vez sea un prejuicio mío, pero creo que hay un porcentaje (fundamentalmente con la parte del portero y las de las brujas) que siente que hay un sacrilegio de la imagen que ellos tienen de cómo debiera hacerse Shakespeare. A mí me encanta ser parte del sacrilegio y tener una mirada herética de la versión que se supone que hay que hacer. En ese sentido, somos todos soldados de Javier. Se nota mucho cuando viene más público joven a una función, porque lo recibe muy bien.  Eso es bueno, porque los viejos se van a morir antes, ja ja, y los jóvenes son los que lo van a disfrutar por más tiempo, son el futuro. Me parece bien que el teatro apueste a ellos.

REÍR O NO REÍR, ESA ES LA CUESTIÓN
Lo que más valoro de hacer Stand up es la adrenalina de no saber qué va a pasar, y -tal vez en segundo plano- poder bajar o compartir alguna información que quiera de manera humorística. El código es que si la gente se está riendo, algo llegó. Cuando no pasa, no pasa, y esa es una de las peores sensaciones. Si me pasa eso, puedo frustrarme o irme bajoneado, entonces la peleo hasta el final. Me apasiona lo que hago, y puede ser por eso que cuando me va bien sobrevaloro lo que hago y cuando me va mal lo infravaloro. Media hora después estoy comiendo y riendo con amigos, pero en el momento del golpe sólo quedan salidas como reírte de vos, de que no está funcionando.
En Macbeth, de pronto hay un tipo (el portero) que entra a escena y se mea en Shakespeare, y ese es uno de los secretos por los cuales llama la atención lo que sucede después. Me parece bueno que a Javier se le haya ocurrido esa idea porque es una buena forma de arrancar y romper. Me la dio servida: en un ensayo hicimos una improvisación con la estructura que él me dio. Es como una obra armada en siete minutos: conflicto, crecimiento y solución para un portero que no se siente importante y de repente se va dando cuenta de que sí lo es. Él lo armó y yo lo decoré. En un momento pensé que podía no hacer reír a nadie, pero funcionó.

martes, 30 de octubre de 2012

Entrevista a William Prociuk


“Nunca se me ocurrió que en algún momento haría Shakespeare”

El actor, director y dramaturgo habla de su experiencia en Macbeth, de William Shakespeare, que dirige actualmente Javier Daulte en la sala Martín Coronado. Además, un repaso por su historia personal, su relación con el fútbol y sus nuevos proyectos artísticos.  

{MÁQUINA MACBETH}
La vengo pasando bien desde un principio. Somos 22 personas, se formó un gran equipo. Con los que ya había trabajado somos casi familia (venimos cruzándonos en proyectos hace quince años), y con muy pocos del resto del elenco no había trabajado antes.

{ESTRENAR A LO PROCIUK}
No suelo sufrir mucho los estrenos, son momentos de muchísima alegría. Siempre me pregunto si me va a salir la voz, no por un trauma que tenga, sino porque tengo “piel de pollo” y porque no registro mucho la angustia o los nervios en ese instante, tal vez después, durante la semana siguiente, somatizo por algún lado. Un dolor de garganta, por ejemplo. Un estreno es para mí como una inyección de algo bueno.

{DISTANCIAS}
En la sala Martín Coronado puede verse algún brillo en los ojos del actor, pero hay algo que se desdibuja: la gente está muy lejos y -como actor-  en un principio uno puede sentirse más juzgado. Me gusta tener a la gente cerca, pero entiendo que esta sala es emblemática e imponente y que es una gran experiencia estar ahí, con esta obra,  este elenco y con Javier (Daulte), que tiene muy claro lo que quiere. Por otro lado, mi manera de trabajar es emocional y eso va más allá de la sala en la que tenga que actuar.
Con respecto a la escenografía, la tuvimos aproximadamente una semana antes de estrenar, por lo que nos tuvimos que adaptar muy rápidamente a ella. Antes, ensayábamos con marcas y cintas, pero de pronto había fierros cortantes y elementos que incorporar, que hacían que no sea lo mismo.

{FUERA DE LA SOLEMNIDAD}
Cuando Javier me llamó para formar parte del elenco de Macbeth, me empezó a correr mucha sangre por las venas y acepté sin dudarlo. Cuando me llega un trabajo, lo siento mucho en el cuerpo. Habré leído esta obra veinte veces pero nunca se me ocurrió que en algún momento haría Shakespeare. Los clásicos me generaban cierta distancia. Ahora que estoy adentro, tengo un vínculo distinto con una tragedia que se cuenta muy bien, por lo que la gente no está viendo algo lejano o pomposo. El riesgo de interpretar a Donalbain es que –al no aparecer tanto como los protagonistas en escena- tengo que tener muchísima precisión en un determinado momento. Si me va mal, no la remonto más. Afortunadamente, cuando la confianza aparece, algo fluye y dejo de sufrir.

{CIRCUITO INDEPENDIENTE: HUERTA Y ANIMALES}
En la huerta es una comedia romántica de Mariana Chaud, sobre textos de John Seymour. Actúo en ese espectáculo antes de venir para el San Martín a hacer Macbeth los domingos. Me gustaría hacer toda mi vida En la huerta, pero termina muy pronto. De todos modos, hay proyectos de que se haga una película a partir de la obra. Además, estoy actuando en La piedad y los animales, de Fernando Ferrer, en la que un pintor exitoso admite que su mujer –que es actriz- tenga un amante, pero ella lo tiene porque -de alguna manera- él es libre de hacer lo que quiera. Luego, se cruzan los cuatro personajes. La obra se estrenó el mismo fin de semana que Macbeth.

{DEL TABLÓN A LAS TABLAS}
Formé parte de una selección de dramaturgos para jugar al fútbol. En un momento, el equipo viajó a Alemania a jugar y yo no fui porque tenía funciones de teatro acá, en Buenos Aires. Algunos me pidieron que las suspenda, pero me negué. En un entrenamiento me rompí un ligamento cruzado anterior a causa de un movimiento horrible. Nunca más voy a volver a jugar al fútbol. Sí extraño jugar al fútbol con amigos. Jugué profesionalmente hasta los catorce años y tuve la suerte de cruzarme con gente que era muy talentosa para el deporte y que sentí que iba a llegar a jugar en primera. Yo salía del colegio con dos bolsos y me iba solo a entrenar a acceso sudeste. En ese momento tuve que decidir: empezaba a ir al colegio de noche o dejaba el fútbol, y ahí lo empecé a ver como un gran negocio, pero para otros, y que a mí ya no me interesaba. Ahora prefiero hacer snowboard en mis vacaciones de invierno.

{LIBEREN A WILLY}
De chico estaba peleado con mi nombre. No me identificaba con William David. Le pregunté a mi papá porqué me había puesto ese nombre y me dijo que quería ser original. Tuvo que pagar para ponérmelo. Él no estaba al tanto de muchas cosas que ocurrían en la actualidad de ese entonces porque durante toda su vida se levantó para ir a trabajar, salir de ese trabajo y entrar en otro. Cuando él murió yo estaba haciendo Nunca estuviste tan adorable y estaba por arrancar otra obra, y en la gacetilla de prensa iban a ponerme Willy. Ahí fue cuando dije: no, mi viejo quería que me llame William. “Poné William”. Y empecé a aceptar mi nombre.

{RETROSPECTIVA DE LOS ´90}
A los tres días de que murió mi viejo, yo estaba haciendo la recorrida para hacerle los papeles a mi madre. Estaba enajenado. Él había trabajado en la industria automotriz y fue decayendo económicamente con la debacle de los ´90. Mientras todos optaban por el retiro voluntario y abrían canchas de paddle, mi padre puso un negocio de repuestos para autos. Nos fue pésimo. Yo también trabajé ahí. Luego, trabajó en una empresa de reparación de ascensores en Parque Patricios. Al tener que ordenar sus papeles luego de su fallecimiento, hice una especie de cronología de su vida laboral, recorriendo uno a uno los trabajos que había tenido. Pude ver claramente la decadencia del país en paralelo a lo que sucedía en mi hogar en esa época.

{EL LUGAR DE LA CREATIVIDAD}
Cursé durante cinco años la licenciatura en publicidad en la Universidad de Lomas de Zamora. En esa época, comenzaba a actuar en un infantil sin haber hecho teatro. Cuando me quedaban diez materias para recibirme, ya teníamos una agencia con un amigo (que sigue trabajando en ella), pero el teatro se había ido comiendo el lugar de la creatividad. Un sábado a la mañana, llegué al local de un amigo y me dijo: “¿Qué hacés acá? No fuiste a la facultad”. Le contesté: “No voy más a la facultad”. “Pero anoche fuiste”, me respondió. “Sí, pero a partir de ahora no voy más”, le dije. “¿Y qué vas a hacer?”, preguntó. “Teatro”. Tiempo después, empecé a escribir teatro.

{MUCHOS PROYECTOS}
El año que viene comenzaré los ensayos de El guardarropas, una obra que escribí. También quiero trabajar con otra, El deseo en el espejo, quesurgió del taller de dramaturgia de Daulte, que empecé hace poco. Recientemente, arranqué a escribir otra, y espero poder montar todas. Quiero estar tranquilo con dirigir, es decir, quiero tener fecha de estreno para poder empezar a ensayar una obra. Para mí, trabajar es escribir y dirigir. Cuando actúo no siento que esté trabajando. En palabras de Confucio: “Escoge un trabajo que ames y no tendrás que volver a trabajar un sólo día en tu vida”. Actualmente, estoy protagonizando una película y me embarqué a colaborar en la reescritura de parte del guión. Le propuse al director hacer algunos cambios y me preguntó si me animaba, así que me embarqué en eso también. Una película es algo enorme. “¿En qué me metí?”, pensé, pero me prendo en todo, no puedo evitarlo.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Entrevista a Esteban Meloni



 “Durante muchos años, los jóvenes estuvimos  dormidos”

El actor es integrante del elenco de “Recordando con ira”, la obra de John Osborne, con traducción y versión de Mauricio Kartun y dirección de Mónica Viñao, que se encuentra en cartel en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín. Aquí, una reseña de lo conversado con él en la oficina de Recursos Humanos del Complejo, a sólo horas de salir a escena.
Ph: Carlos Furman

Del ensayo a las funciones
En julio empezamos a ensayar. Esa es una instancia que siempre es difícil y angustiante para los actores, y más cuando se trata de una obra tan compleja. Sin, embargo es un desgaste necesario por el que hay que pasar. En lo personal, disfruto más de las funciones.
Conozco a Romina (Gaetani) de la época en la que arranqué a hacer castings, y además compartí con ella mi paso por la novela Lobo. Siempre quise trabajar con Guillermo Arengo, me encanta como actor, aunque solo lo conocía de vista, y con Andrea (Bonelli) también tenemos amigos en común. Realmente, se formó un gran cuarteto. Estoy disfrutando del las funciones, del lindo grupo de compañeros, de trabajar por primera vez en el Teatro San Martín, y del escenario de (la Sala) Casacuberta. Los textos son increíbles, da mucho placer decirlos.
Giros
Había leído Recordando con ira hace mucho tiempo y recordaba algunas escenas. La versión de Mauricio Kartun es mucho más corta que la original, pero el lenguaje es parecido. Cuando volví a leerla, la primera escena me atrapó y todo el primer acto me resultó perfecto. En la mitad de la obra, el texto me causó una especie de rechazo, debido a algunos giros abruptos de la dramaturgia que en un principio pueden parecer arbitrarios, pero que cierran cuando uno finaliza la lectura. Sin prejuicios, el autor se manda a hacer un vuelco muy importante, que se termina de develar en el tercer acto. Los personajes son seres humanos que viven al límite y de una forma un tanto marginal, y esos son algunos de los aspectos de los que uno como actor puede agarrarse para que la historia se vuelva orgánica y que llevan a buscar las razones por las cuáles un personaje hace lo que hace de un momento a otro.
Una carta de amor al mundo
La primera vez que leí la obra, me sentí muy lejano a mi personaje, Jimmy Porter. A medida que lo fui trabajando, me fui acercando y entendiendo mejor su funcionamiento. En mi personalidad encuentro muchas semejanzas con la de Jimmy, pero elijo no usarlas en mi vida cotidiana porque prefiero ser más pacífico y diplomático. El personaje es muy contradictorio y criticable, pero a mí me gustaría lograr que la gente lo entienda y se identifique con él, porque en el fondo tiene muy buenas intenciones e ideales. Sucede que ha sufrido mucho y está parado en una zona de dolor desde la que vive y a la que no ha podido superar, por lo que muchas veces se vuelve soberbio, agresivo o destructivo. Mi desafío es encontrar sus lugares positivos. En palabras de Arthur Miller, “…una obra de teatro es siempre, a determinado nivel, una carta de amor al mundo que espera con ansiedad una respuesta amorosa”. Siempre hay una intención de decir una verdad, de contarle algo al público, de provocar, y yo quiero ser honesto con ese mensaje.
De amigos y mujeres
No veo a Jimmy machista, sino indignado. Con la iglesia, con la aristocracia, con los militares y con la sociedad conservadora. Él no tiene algo en contra de las mujeres en tanto género, sino de esas dos mujeres: Helena y Alison (los personajes femeninos de la obra).
Me conmueve la relación que tienen Jimmy y su amigo Cliff: son como hermanos, como dos niños cuando están juntos. Hay mucha comprensión entre ellos. Cliff es mucho más pasivo y pacífico, al menos en su forma. Por eso, se complementan como ocurre con tantas duplas clásicas: Batman y Robin; el gordo y el flaco, entre otros.
Un poco de insatisfacción
No es que quiera poner el acento ahí, pero mucha gente nota el tema de la violencia de género en la obra. Hoy en día existe otra protección hacia la mujer, pero en la década del ´50 no existía ningún tipo de legislación al respecto y no era tan importante para una sociedad con un futuro incierto propio de la posguerra. No elijo esa óptica como análisis preponderante, pero sí entiendo que en este contexto de Argentina en el año 2012, la gente lo relacione directamente con eso, otorgándole un nuevo significado. Sin embargo, pienso que no podemos centrarnos únicamente en ese aspecto (el de la violencia de género), porque nos quedaríamos en la superficie del texto.
Todo lo que se habla en la obra tiene una resonancia en la actualidad: la lucha de clases, la pelea contra el aburrimiento -que en la historia encarna Jimmy en su intento de encontrar el entusiasmo- entre otros aspectos. Jimmy quiere despertar a los que tiene alrededor para que vivan apasionada y fervientemente como él. Creo que durante muchos años todos estuvimos muy dormidos, fundamentalmente la juventud, en relación a la política, a lo ideológico. Fueron muchos años de nada. Hablo de mi generación, y de mí. Afortunadamente, ahora eso está cambiando un poco.
Otros planes
Estuve haciendo una miniserie que se llama Historias Clínicas, producida por Underground, el INCA y la Provincia de Mendoza. Está buenísimo: en cada capítulo se cuenta la historia clínica de diferentes personajes históricos. Mi participación fue como Pedro Cossio, médico de (Juan Domingo) Perón, en un capítulo con Gerardo romano. Hace unos días me llamaron para hacer de Manuel Belgrano, y estoy muy contento con eso.

Entrevista a Ciro Zorzoli



“El teatro debe tener un carácter experimental, de prueba”

El director de Las criadas, la obra de Jean Genet que se encuentra en cartel en el Teatro Alvear, nos habla de la puesta y de su relación con el teatro.
{Cómo nacen estas criadas}
El proyecto surgió de una propuesta de Marilú (Marini), que -luego de ver Estado de ira  (*)- se puso en contacto conmigo porque ya había trabajado con Las criadasen una puesta en París y estaba interesada en vivir la experiencia acá (en Argentina). Mi primera motivación fue –entonces- el entusiasmo que me produjo la posibilidad de compartir un espacio de trabajo con Marilú. En ese sentido, me alegra haberme embarcado en su aventura porque el encuentro fue hermoso.
{Entrar a la pieza}
Cada una de ellas es muy distinta al volcarse a trabajar sobre el material, eso vuelve muy enriquecedora a la experiencia. Marilú tenía una relación distinta al resto del equipo con el material, porque lo conoció personalmente a Jean Genet y ya había interpretado hace unos meses a Madame en la puesta de de Jacques Vincey, y luego a Solange, en la de Alfredo Arias (2004), ambas representaciones en París. Para el resto de nosotros, en cambio, fue el primer contacto profundo con el autor.
{El texto, juego de contrastes}
El lenguaje de Genet es muy poético y a la vez puede, en una misma frase cruzarse con una imagen muy cruda y fuerte. Por ejemplo, en un momento Solange le dice a Clara: “Baje esas patas y descubra ese frágil cuello”. Es interesante como “patas” y “frágil cuello” conviven en una sola oración. Se trata de una poética con muchos giros por momentos muy barrocos. Allanar el texto no es la mejor manera de acercarlo porque hay un sentido que se mata. En cuanto a la traducción, había que intentar que lo que se diga fuera amable a la oreja pero desde un lugar diferente, eligiendo muy bien las palabras para que el lenguaje siga siendo complejo. Las actrices debían apropiárselo de modo que si ellas encontraban una lógica interna, el que las escuchara pudiera comprenderlas.
{El cuentito}
En el prólogo de Las criadas, Genet dice que lo que le importa cuando va al teatro es que le cuenten un cuento. Eso me quedó resonando y quise que se cuente ese cuento como un pequeño policial, con la tensión y el suspenso que requiere, porque si eso salía bien, los otros niveles que deben circular en la pieza terminarían funcionando a la hora de representarla. La idea era que la persona que viniera a ver la obra y no la conociera, pudiese engancharse con una historia. Más allá de lo que se diga, el público tiene que ver que eso que se dice esté sucediendo. Es decir, el texto debe surgir desde la acción. De otra forma, el texto quedaría por delante y la puesta se volvería discursiva.
{Una especie de simbiosis}
Hay una ligazón muy fuerte entre las hermanas. Tienen una contraposición de fuerza en la que cuando una toma valor para hacer algo, la otra recula, y viceversa. Ese tironeo sumado a la visión de la señora genera que no estén tan individualizadas. Sin embargo, tienen dinámicas distintas: Solange es dominante, está ligada a cuestiones más discretas y terrenales; y Clara tiene un carácter más volátil, aunque aparentemente es más débil, paradójicamente es la que ejecuta las acciones. Ellas no son reflexivas, sino que hablan mucho y de un modo muy contradictorio, lo que las vuelve muy permeables a dejarse llevar por las palabras y lo que les provocan. Desde ahí, se genera un vínculo entre ellas, con sus diferenciaciones.
{Sobre los límites de la representación}
En cuanto al juego de la representación, me tomé -una vez más- algunos permisos, sin querer interferir en la percepción del material. Pensé en sumar un elemento más de lectura para quien quisiese verlo. Hablo, por ejemplo, de la presencia de Omar, de Tito (utilero en el Teatro Alvear), o Hernán, (el maquinista). Genet también plantea juegos de roles en varias de sus obras (por ejemplo, en El balcón) en las que un personaje representa a otro y se ponen en riesgo cosas del humano, que siempre está montando personajes.
{Balance luego del estreno}
Estoy contento. Por un lado, con la respuesta del público, y por otro, hacia el interior del trabajo, con el proceso que atraviesa la pieza una vez estrenada. Si bien la instancia del estreno cierra la de los ensayos, se sigue –gracias a todo el equipo- trabajando sobre el material, que resulta muy vasto y permite continuar develándose función tras función. Todos sabíamos que lo que íbamos a poder abarcar en el tiempo de ensayos era una parte, y que el resto seguiría abriéndose durante las funciones.
{Motivaciones en el teatro}  
Las razones por las cuales la gente se pone a hacer teatro son muy diversas. Una de ellas puede ser simplemente querer mostrar algo. A mí me pasa otra cosa: me interesa, sea cual sea el proyecto, que haya algo que implique un riesgo en el sentido de bancarse la incertidumbre. Se trata de trascender el hecho de que cada uno haga lo mejor posible lo que sepa hacer, para animarse a crear algo con otro. Me refiero a salir del terreno conocido por cada uno para producir un encuentro que dé cómo fruto algo nuevo, dejando de lado la zona de la eficacia o el resultado. Cuando dos personas se preguntan “¿Nos vamos a vivir juntos?”, es un desafío, un abismo similar. Si el lograr que se encuentren dos es complejo, en el caso del teatro –donde son muchos- es más complicado aún. Por eso, creo que todo teatro debería ser experimental en tanto implique embarcarse en una aventura compartida sin un final muy concreto. Además, si el teatro no es experimental, si no tiene un carácter de prueba, ¿qué sería?
(*) Espectáculo con autoría y dirección de Ciro Zorzoli, que se encuentra en cartel en el Teatro Metropolitan y que el año pasado estrenó en el Teatro Sarmiento.

domingo, 12 de agosto de 2012

Entrevista a Victoria Almeida



“Cada cosa está en mi vida para hacerme feliz, para hacerme aprender”

Victoria Almeida forma parte del elenco de “Las criadas”, de Jean Genet,traducida por Laurent Berger y dirigida por Ciro Zorzoli. La actriz nos habla de su trabajo en la obra que se presenta actualmente en el Teatro Presidente Alvear, de sus creencias espirituales y de cómo juega el ego en el oficio. Aquí, una reseña de lo conversado en la oficina de Recursos Humanos del Teatro San Martín.
Aproximación a la puesta
Era difícil entrar al material porque habla de la miseria humana: la bajeza, la envidia, el resentimiento. Cosas que las personas tratamos de correr de nuestra vida. En el primer momento pensé: “Justo es lo que uno no tiene ganas de ver en uno”. Por suerte, no pasó nada de lo que yo temía en mis prejuicios. Me pregunté cómo sería. En ese sentido, el autor plantea que la obra no se trabaje desde un registro realista. Entramos desde un lugar tan lúdico, divertido y sensorial, que ni me di cuenta de que estábamos tocando esos temas, pues no tuvimos que vivirlo desde lugares psicologistas. Los personajes tampoco se dan cuenta de todo lo que sienten. Me pareció muy acertado cómo se encaró la puesta.

Los ensayos
Estamos muy contentos, en una instancia del trabajo en la que todo va tomando mucho más sentido. Las criadas es una obra que está escrita con mucha delicadeza, en la que los personajes se mueven desde un lugar poco psicoanalítico; es tan poco racional todo lo que hacen, que un trabajo de mesa previo puede volverte loco. Por eso, una vez que empezamos a poner el cuerpo y a encontrarnos con el material desde un enfoque más intuitivo, todo fue encajando en su lugar.

Es una pieza para ir desentrañando a medida que se la trabaja, porque tiene muchos rulos, vueltas, capas. En la historia, cuando los personajes no están representando a otro personaje y están frente a la señora, tampoco son del todo ellas mismas, es decir, también están actuando.

Actrices y personajes
Paola (Barrientos) y yo sabíamos que íbamos a hacer los personajes de las criadas pero no sabíamos cuál nos tocaba a cada una. Esos personajes están muy mimetizados entre sí en la obra y nos costaba diferenciarnos; de hecho, el autor no las delinea demasiado. Era como una masa. Ciro tampoco lo sabía, así que fuimos improvisando y en un momento determinado él lo decidió y nos lo dijo: yo interpreto a Clara y Paola, a Solange.

Hasta que uno se conoce y se da ciertos permisos con el otro actor, pasa un tiempo. A mes y pico de haber empezado a ensayar, estoy muy feliz, como pez en el agua. Esta instancia es muy jugosa, porque ya hay algo que empezó a fluir. No había trabajado con nadie del elenco, y pienso que la comunión con el director es fundamental. Nunca se me ocurrió que iba a poder trabajar con Marilú (Marini). Es una genia. Estamos amasando algo delicioso, estamos fascinados.

Almeida para exportación
Fui a audicionar a Francia con Ariane Mnouchkine y pude hacer el curso becada allá tres meses. El trabajo de ella es inmenso, toma al teatro como herramienta de transformación, como revolución humana. Helena Tritek es un ejemplo en el ámbito del teatro de acá (Argentina) de estar en otro plano. Me dirigió en varias obras, fue mi maestra mucho tiempo y es un referente muy importante para mí.

El lado B de la vocación
Tengo alma de almacenero. En mi cocina tengo todas mis semillas ordenadas. Supongo que no lo haría, pero me gustaría tener un almacén dietético muy ordenadito. Cuando entro a esos lugares y tienen todos esos frasquitos de colores, me encanta, me vuelve loca.

Teatro, vida y Budismo
En 2007 trabajé en una obra que yo quise muchísimo, El trompo metálico. Me resultaba muy difícil porque la pieza hacía mucho pie en el inmenso personaje que yo interpretaba. Lo que el espectador se llevaba tenía mucho que ver con una corriente budista que comencé a practicar para comprender más a mi personaje. Quien había escrito la obra, Heidi Steinhardt, también profesaba esa filosofía. La obra hablaba de los resabios que quedan en nuestra cultura judeocristiana (aunque uno sea ateo) acerca de la culpa, a la dependencia, el sometimiento. Y el personaje –sin hablar de religión- se liberaba de todo eso. Estudiar budismo me permitió una costumbre más profunda y amplia, más allá de lo racional. Quise que mi vida fuera eso.

Ego versus misión
Cada cosa está en mi vida para hacerme feliz, para hacerme aprender, para acercarme a algo relacionado a cierta misión. Muchos se pierden o se olvidan de “la parte de misión” del teatro. Cuando se filtra el ego, algunos actores creen que eso es lo importante y se pierden de algo que puede volverse más intenso, que ocurre cuando pensamos en términos de entretener/emocionar/hacer reír y estar en función de esos objetivos. Ese pequeño cambio termina siendo grande, porque a la hora de elegir un material uno puede cuestionarse -por ejemplo- de qué quiere que la gente se ría o con qué cosas uno quiere meterse. Hace tiempo siento que estoy eligiendo mis trabajos: prefiero no hacer cosas que no me representen, para ponerle el cien por ciento de mi energía a lo que emprenda y hacerlo con gusto.
La relación entre las creencias y el trabajo que uno tenga genera una pregunta acerca de cuál es el verdadero vínculo de uno con lo que hace: ¿Actuás para ver un nombre grande en un cartel, con una foto en la que estés linda?; ¿Para qué te consideren buena?; ¿Para dejar algo en alguien?; ¿Desde qué lugar aparece el ego?

El vaso medio lleno
Me tuve que poner ortodoncia hace unos días. Ahora se me entiende bastante, estoy formando las letras más atrás. Es un lindo desafío, con textos tan largos y ajenos a cómo hablamos actualmente. Si no hablo perfecto en algún momento, me los sacaré, porque todo puede usarse para actuar, pero no transo en que se entienda lo que tengo que decir. Estoy haciendo mucha fonoaudiología, y siento que tengo la voz más fuerte. A veces, gracias a algo que parece malo, se habilita otra cosa buena e impensada.

miércoles, 4 de julio de 2012

Entrevista a Walter Quiróz



“De alguna manera, todos especulamos”

Walter Quiróz forma parte del elenco de “El especulador”, de Honoré de Balzac, traducida, adaptada y dirigida por Francisco Javier. A poco más de un mes del estreno, el talentoso actor nos habla desu trabajo en la obra, de su oficio y del país. Aquí, una reseña de lo conversado en el bar subterráneo del Teatro San Martín.

La llegada al San Martín

Estuve haciendo “Espectros”, de (Henrik) Ibsen, en el Centro Cultural de la Cooperación, y “Los poetas de Mascaró”. Francisco Javier me fue a ver a las dos obras porque estaba buscando gente para actuar. Me sentí halagado. Tuve varias ofertas en el tiempo, pero esta es mi primera vez en el San Martín. Llegar de la mano de él, a este teatro, y para hacer Balzac es increíble. Además, estoy muy contento porque comparto el escenario con grandes compañeros como Daniel (Fanego) y Elena (Tasisto), -a quien amo-  en su vuelta al teatro.
En esta puesta, había que ensamblar un equipo de doce personas en escena, con todas las vicisitudes y particularidades que tuvieron los ensayos, como por ejemplo, que en algún momento no teníamos al protagonista. Sin embargo, creo que es un trabajo muy intenso del que salimos airosos y que implica un proceso que sigue creciendo.

La obra balzaquiana

En casa tenía una gran biblioteca, de donde de chico había leído muchas comedias de Honoré de Balzac, así que tuve acceso a él prematuramente. En el caso de “El especulador”, se trata de una comedia romántica que requiere cierta ligereza. Roland Barthes (filósofo, escritor, ensayista y semiólogo francés) tiene un artículo que habla sobre el ritmo de la obra y sobre una superficialidad que demanda, pero dicha superficialidad es una trampa, pues la superficie conlleva detrás un abismo acerca de la condición humana, y eso la vuelve profunda.

El conflicto del personaje

Adolfo Minard es un muchacho joven, trabajador, al que abandonaron los padres y que es protegido por un matrimonio. Está enamorado con locura de la Julia (Malena Figó), la hija del señor Mercadet (Fanego), pero es visto como un bastardo por su condición de pobre. Eso no evita que se la juegue por su amor. Cada personaje tiene una energía específica que gira en torno al especulador, como si se formara una constelación concéntrica alrededor de Daniel (Fanego). En ese sentido, Malena y yo manejamos la calidad de energía que tiene que ver con el amor, al igual que el personaje de Elena, que es la mujer del especulador.
En su artículo (1957), Barthes separa a los personajes en grupos, y al mío lo ubica con las dos mujeres, en un lugar de energía femenina. Como decía Gerard Depardieu: “En todos los hombres busco algo femenino”. Minard lo tiene, lo pone en escena, y es ese amor que puede con todo. La mujer le da la fuerza, lo salva en su momento de debilidad. Él está como afuera de la obra, en el sentido de no tiene la misma relación que los demás con el dinero, sin embargo, tiene un momento de reflexión en escena –que es lo que más me gusta de él- en el que se espanta de sí mismo al descubrir que él también veía a su mujer a través del dinero: de alguna manera, todos especulamos.

La magia de Cunill

Adoro a la Sala Cunill (Cabanellas) de toda la vida. Me encanta pensar sus proporciones dentro de un teatro tan grande y vivir ese clima intimista que te da el hacer una función para ciento y pico de personas. El estar cerca, sentir casi una respiración, me sienta bien. Francisco habla del espacio como “la pasarela de las vanidades” o “la peatonal de la simulación”.

La especificidad del teatro

El teatro tiene un aspecto sagrado relativo a la inmediatez en relación al público y al contacto con la gente. Tiene un grado de ceremonia y de misterio que te forma en un nivel muy profundo. Como actor, amo mi trabajo en general, pero el teatro tiene particularmente una historia que puede pensarse desde Grecia en términos de “nosotros y los dioses”. La gente de teatro me ha enseñado las cosas sutiles, las que más me han marcado y que luego pueden aplicarse en el cine y la televisión. Claro que hay que tener la suerte de cruzarse con personas generosas, pero pienso que cuando uno está buscando al maestro, el maestro aparece. Y yo estoy en un momento de mucho aprendizaje.

El especulador nacional

Creo que estamos atravesando un momento complicado a nivel mundial, pero pienso que es una transición. En el caso de la Argentina, somos un país joven que está aprendiendo. No tenemos que dejar que nos sigan robando, porque es un país en el que sistemáticamente te meten la mano en el bolsillo, y es eso algo que deberíamos erradicar. En cuanto a especulación,  es claro que los argentinos conocemos el paño.
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