Los afro-argentinos en la FotoGalería:
charla con uno sus curadores
EN BUSCA DE UN PASADO PERDIDO
La
revalorización de la fotografía histórica en la Argentina es una buena noticia
que mucho debe a los esfuerzos de Abel Alexander. En esta nota, el investigador
habla de esa tarea de rescate y se refiere a la muestra que en estos días puede
verse en el San Martín ,
en donde se recupera la presencia de la población negra en nuestro país.
“En un mundo tan tecnificado, ya
no queda ningún rincón por descubrir. Sin embargo, todavía nos queda un
recurso: iniciar, a través de nuestras fotografías de familia, un
extraordinario y personal viaje al pasado.”
Entre los siglos
XVI y XIX, la Argentina recibió población africana traída a la fuerza en
condiciones de esclavitud. La segunda mitad del siglo XIX estuvo signada por un
proyecto de país liderado por el pensamiento de la denominada Generación
del ’80, cuyo discurso político se alzaba sobre un ideario blanco, previsto a
imagen y semejanza de las potencias europeas. La Historia oficial se encargó de
instalar la creencia de que los negros se fueron evaporando y, de este modo, invisibilizó
a los afroargentinos. El censo que realizó la Fundación África Vive en 2002
estimó que en el país vivían dos millones. Hacía 187 años que no se los censaba. La iniciativa fue supervisada por el
Área de Derechos Humanos de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos
Aires. En abril de este año, se sancionó una ley que declara el 8 de noviembre
como “Día Nacional de los/as afroargentinos/as y de la cultura afro”, en
conmemoración de María Remedios del Valle, a quien el General Manuel Belgrano había
conferido el grado de Capitana “por su arrojo y valor en el campo de batalla”.
En este contexto, y en coincidencia con el 170° Aniversario de la Fotografía Argentina ,
el 19 de noviembre pasado se inauguró en la FotoGalería del Teatro San Martín Los afro-argentinos. Fotografías 1860-1960, una muestra histórica que contribuye a la reconstrucción de
la identidad visual nacional y representa un aporte para reparar el olvido
histórico al que fue condenada, durante muchos años, la población afro. En la
entrevista que sigue, su co-curador, el fotohistoriador, investigador y
restaurador fotográfico Abel
Alexander , se refirió –entre otras cuestiones– a la muestra y
a la fotografía como huella de lo histórico.
ARCHIVOS
DE FAMILIA
–¿Cuál
es la importancia de la fotografía antigua en la Argentina?
–La fotografía antigua es un segmento nuevo de la
historia argentina, un auxiliar poderoso que no existía y que tomó un impulso
enorme en los últimos treinta años. Durante mucho tiempo, la fotografía estuvo
relegada a un rincón oscuro en las cajas de los museos. Por eso, con algunos
colegas especializados en el tema como Juan Gómez y Miguel Ángel Cuarterolo , iniciamos un movimiento de
recuperación de la historia de la fotografía en el país. En la década del ’80,
formamos un Centro de Investigaciones sobre la Fotografía Argentina ,
que en 1992 dio lugar a los congresos de Historia de la Fotografía y a un gran
número de conferencias. Además, el panorama cambió mucho cuando once años atrás
la Biblioteca
Nacional abrió una colección pública para consulta, la
fototeca Benito Panunzi, (en la que me desempeño como Asesor Histórico-Fotográfico), que
contribuyó a que se conociera la existencia de un patrimonio fotográfico.
Muchos creen que la fotografía significativa es la que está en los museos, pero
el patrimonio más grande se encuentra en los archivos de familia, en las
fotografías que recibimos de nuestros antepasados.
–¿Cómo
lo influyó el ser descendiente de Adolfo Alexander , el fotógrafo alemán que introdujo
la técnica del daguerrotipo en la Argentina y Chile?
–Me dediqué a la fotografía sin saber que mi
bisabuelo fue fotógrafo y que su padre le había enseñado el oficio. Enterarme
me cambió la vida. Hace
unos días, regresé de un viaje a la tierra de mis antepasados: Hamburgo, Hameln
y Hannover, donde una amiga descubrió que Alexander (daguerrotipista), además
de retratista, fue uno de los pocos fabricantes de cámaras del mundo. Ella
encontró un aviso en un periódico de Hameln que aconsejaba a los vecinos
retratarse en el estudio de Adolfo
Alexander : “El daguerrotipo es superior al de la competencia
porque trabaja con las cámaras que él mismo fabrica”, señalaba el matutino.
Ahora estoy enloquecido buscando una de esas cámaras.
–¿Cómo
es el vínculo de los argentinos con la fotografía?
–La fotografía nació en París en 1839 y recién en
1843 se abrieron los primeros talleres de daguerrotipo en Buenos Aires. Desde
entonces, los argentinos acudieron a los estudios a tomarse retratos, que son
los que componen el volumen más grande de la fotografía. También
se contrataban fotógrafos para fiestas y otros acontecimientos, lo que produjo
imágenes que van pasando de generación en generación y que conforman el archivo
fotográfico de una familia, generalmente conservado por las mujeres. Gran parte
del éxito de las muestras históricas de la FotoGalería se debe a que los temas
son cercanos a la vida social: bodas, deporte, primeras comuniones, transporte,
comercio. Se trata de fotos que cualquiera tiene en su casa y que comienzan a
ser revalorizadas. Sucede que la fotografía es la historia feliz de nuestro pasado,
los momentos gratos en los que se contrataba un fotógrafo para conmemorar algo
importante. Durante la juventud, uno cree que la vida es eterna. A cierta edad,
las personas se dan cuenta de que se acerca la muerte, aparece la certeza de la
finitud de la vida y comienzan a tener interés en su propio patrimonio
fotográfico. Suele coincidir con el fallecimiento de los padres: los hijos
heredan sus fotos y se despierta en ellos una curiosidad que no solían sentir.
–Con Juan Travnik , curó varias
muestras de fotografía histórica en la FotoGalería, por las que realizó también
numerosas visitas guiadas. ¿Cómo comenzó esa relación?
–En 1998, Travnik asumió como director de la
FotoGalería del Teatro
San Martín y me propuso preparar una muestra, La
Buenos Aires de
ayer y la de hoy, en la que colaboré con algunos colegas de la Sociedad Iberoamericana
de Historia de la Fotografía, que presido. Al tiempo, Travnik me confesó que la
mayor parte del público se interesaba más por la fotografía antigua que por la
moderna, a lo que le contesté: “Bienvenido al club”. La Buenos Aires de hace
un siglo es desconocida para nosotros y eso genera una gran curiosidad.
Coleccionar es rescatar. Entonces, le planteé la posibilidad de una exposición
anual con características comunes: seleccionar un tema como eje en cada muestra
y realizarlas con originales de época (fotografías vintage) que provengan de coleccionistas privados. Las
instituciones no participan, queremos resaltar el valor del coleccionista
privado porque está conformando, de alguna manera, un patrimonio histórico
fotográfico. La de los afroargentinos es la decimoquinta exposición anual de
historia de la fotografía que programamos en la FotoGalería del Teatro San
Martín, que es la fotogalería más importante del país.
RETRATOS
EN NEGRO
–¿Qué
particularidades tiene esta muestra sobre la población afroargentina?
–Está compuesta por siete colecciones –Abel Alexander , Rubén
Casadei, Pablo Cirio, Colección Cuarterolo, Silvio Killian, Juan Pangol y Fernando San Martín –, integradas por formatos
albúminas y gelatino-bromuro de plata. Creo que va a generar mucho
interés. La
idea fue del antropólogo Pablo Cirio, quien investigó a fondo la población afro
en la Argentina, y su trabajo de campo lo llevó a coleccionar fotos del
componente afroargentino del tronco colonial. Expuso con nosotros por primera
vez y participó con la mayor cantidad de obras. A la hora de seleccionar las
fotografías, con Travnik buscamos la belleza, la rareza, la calidad y el
mensaje.
–¿Hubo
algún motivo que determinó su acercamiento al tema?
–Mi contacto con la raza negra comenzó hace más de
veinte años, en un viaje a Córdoba, donde visité a un anticuario buscando
daguerrotipos. Me trajeron uno en un estuche que contenía una plancha negra en
la que no se veía nada. No se sabía si era una maceta, un caballo o qué. Tenía
una oxidación feroz. En el interior de la tapa del estuche, había una etiqueta
con el nombre del fotógrafo Emilio Lahore, por lo que decidí comprarlo, ya que
sólo el diez por
ciento están firmados por sus autores. Se lo entregué a mi colega Miguel Cuarterolo
(fotoperiodista, gran coleccionista de
fotografía histórica y de daguerrotipos), que estaba aprendiendo a
restaurar. Una noche me llamó y me dijo: “Maestro, usted tiene más culo que
cabeza”. Se trataba de un daguerrotipo de un negro. Investigando, descubrí que
era un famoso profesor de música que enseñaba a familias adineradas de Buenos
Aires. Quedé impactado y comencé a investigar y buscar material. Si bien en
nuestro país creció mucho el coleccionismo de fotos antiguas, es muy raro que
aparezcan fotos de negros. Luego, encontré un álbum de imágenes de una familia
negra en un local de San Telmo, lo compré y empecé a escribir mi primer ensayo
acerca de la fotografía negra en Argentina: Retratos
en negro. Afroargentinos en la fotografía del siglo XIX.
–¿Es
verdad que a comienzos del siglo XIX constituían casi un tercio de la población
del país?
–Así es. La Argentina está integrada por tres
componentes étnicos: indígenas, blancos y negros. Somos una colonia española
que introdujo negros y, si bien no hubo una esclavitud masificada como en
Brasil, existió un componente negro muy grande, especialmente en las provincias
del interior. La prohibición de la trata de esclavos disminuyó el flujo de negros,
que luego fueron enviados en batallones a guerras civiles y de la independencia. Por
otro lado, eran el segmento más pobre de la sociedad y las condiciones de
salubridad de la época no eran buenas, con epidemias cíclicas de fiebre
amarilla y cólera. Pero el gran factor que eliminó la presencia negra en la
Argentina fue la inmigración europea. Ahora quedan afrodescendientes que son, en su mayoría, descendientes de esclavos
africanos.
–Pero
muchos niegan su negritud.
–Claro, y es cuando aparece la fotografía para
reconstruir la memoria.
–Sarmiento
decía que para ver a un negro había que ir a Brasil…
–¡Y eso que en la época de Sarmiento había muchos!
El racismo hacia los negros existió siempre en todo el mundo. Sucede que la
elite política y social de nuestro país quería pertenecer a un país europeo y
blanco. Para eso se rechazaron y se ocultaron bajo la alfombra nuestras raíces
negras y las de los ahora denominados “pueblos originarios”.
–El mito
de la Argentina blanca persiste en el inconsciente colectivo de la sociedad.
–Claro. Pero afortunadamente hay una corriente de
reconocimiento del aporte negro al país, una tendencia a rescatar la identidad
negra argentina. En ese sentido, resulta fundamental la labor de Pablo Cirio,
quien permanentemente estudia sobre el legado cultural afro. Nuestro lenguaje
está plagado de términos africanos (mina, tango, mucama, mondongo, banana,
entre muchos otros). El legado afro también se extiende a áreas como la música
y la gastronomía.
Muchos no saben que el primer escribano de La Plata fue
negro, o que Bernardino Rivadavia también era afrodescendiente.
–¿Los
negros también se retrataban?
–Las personas iban al estudio fotográfico
cuando se conmemoraba algo importante en su vida y tenían la certeza de que ese
retrato los iba a sobrevivir, por lo que no querían que su imagen pasara a la
posteridad como la de un payaso. Entonces, posaban solemnes e intentaban
parecer más lindos, más jóvenes y acaudalados de lo que eran. Para eso, los
estudios contaban con objetos que pretendían otorgar estatus a los clientes.
Los fotógrafos profesionales utilizaban tecnología de punta y no discriminaban
por el color de piel, eran comerciantes. En 1870, los negros
adinerados ya acudían a retratarse. Pero antes, las familias pudientes llevaban
a sus sirvientes negros para mostrar una posición socioeconómica o para
mantener a los niños quietos y calmados frente a la cámara durante la toma, ya
que pasaban más tiempo con sus nodrizas que con sus madres. Muchos fotógrafos
extranjeros tomaban registros de negros en sus oficios o formando parte de un
colectivo (en acontecimientos sociales o fotografías escolares).
MÁS PERO
MENOS
–Actualmente,
la fotografía atraviesa un momento particular: se toman miles de fotografías,
como nunca antes, pero la mayoría de ellas no se revelan. ¿Cómo cree que
evolucionará la fotografía en la era digital?
–Por un lado, la humanidad podría avanzar a un
tiempo sin fotos. Es verdad que se sacan millones, pero no se las revela y con
el tiempo las imágenes se van perdiendo. Antes se almacenaban en formato
disquete o zip (que ya son obsoletos), luego se pasó al CD y al DVD. No sabemos
cuál será la duración de la fotografía digital. Tampoco
qué se conservará ni cómo podrá visualizarse. El noventa por ciento de mis
fotografías provienen de la basura y me la proporcionaron cartoneros que las
rescataron de la calle. A
veces encuentro verdaderos tesoros. Por eso, siempre que puedo, pido a los que
toman fotos que impriman al menos el 0,07 por ciento, porque es la manera de
que perduren más allá de cualquier transformación tecnológica. Mi lema es: “No
destruya sus fotografías antiguas, pertenecen al patrimonio cultural de nuestra
Nación”.
–¿En qué
sentido podría seguir concibiéndose la fotografía como el registro testimonial
de mayor veracidad?
–La fotografía antigua tiene muchos componentes
mágicos. En un mundo tan tecnificado, ya no queda ningún rincón por descubrir.
Ese fue un privilegio que tuvieron nuestros antepasados. Sin embargo, todavía
nos queda un recurso: iniciar, a través de nuestras fotografías de familia, un
extraordinario y personal viaje al pasado. De esa forma, podríamos develar
mundos que sólo nosotros vamos a ver y, como si eso fuera poco, esos mundos son
los orígenes mismos de nuestra existencia.