viernes, 30 de noviembre de 2012

Entrevista a Martín Pugliese


“Me encanta ser parte del sacrilegio”

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El humorista, actor, locutor y guionista de televisión conversó con Vía Libre acerca de su experiencia en Macbeth, de William Shakespeare, que dirige actualmente Javier Daulte en la sala Martín Coronado. ¿Qué significa para él el stand up?, ¿cuál es su mirada sobre el humor en la actualidad?, ¿qué cosas lo hacen reír?


GRATA SORPRESA
Formar parte de esta puesta de Macbethfue algo inesperado para mí. Cuando estudiaba actuación, pensé: “Ojalá algún día me toque actuar en el San Martín”, pero no era un objetivo. Entonces, cuando empecé los ensayos me di cuenta de que había olvidado lo que realmente significaría trabajar acá. Mis amigos, familia y colegas me decían: “¡Vas a estar en el San Martín!”. Es súper motivador estar en este teatro, es un monstruo. El no estar alertado de lo que implicaría esta experiencia generó que mi tránsito sea cotidiano y que lo disfrute con mucha felicidad, muy  tranquilo.

DEL ONE-MAN SHOW A MARTÍN CORONADO
Estaba haciendo Cómico Stand Up 5 con Peto Menahem, cuando -luego de ver una función en Paseo La Plaza- Javier (Daulte) me llamó para formar parte de Macbeth. Es una obra tan grande que al principio no tenía noción de la responsabilidad que iba a tener en determinado momento. En otros actores recaería tanto peso, que yo no me sentía atemorizado. Mi responsabilidad iba a ser hacer reír, algo que es claro al instante si no funciona. Por eso me pregunté: ¿y si no funciona?
Disfruté mucho de los ensayos. Para el monólogo estaba solo con Javier (Daulte). Hacía mucho tiempo que no trabajaba con un grupo tan grande: son veintidós muy buenos compañeros, con los que nunca había laburado antes, y que se interesaron por lo que yo hago, que vengo del stand up. En escena tengo que estar bastante solo con el público, pero abajo del escenario la paso mejor y me divierto más trabajando en equipo, comparto muchos momentos.

HUMOR: ESCENARIO Y TV
En actuación, cuando me tocaba hacer proyectos propios siempre elegía el humor. Soy fan de Les luthiers y de otros comediantes de afuera. En 2001, cuando el stand up comenzó a aparecer en Argentina,  empecé a estudiar con uno de los únicos cuatro comediantes que hacían Stand up acá. En 2002 ya era presentador del varieté del teatro El farabute. Arranqué en los comienzos del stand up, que ahora es como la soja. Lo que más me hace reír es volver a ver los videos del grupo británico Monty Python, porque creo que es lo mejor que se hizo y es difícil superarlo. El humor perdió espacio en la televisión porque se hace hasta en los noticieros, los programas de edición, etcétera. Se perdió el tipo gracioso. De lo que hay actualmente, me divierte mucho (Diego) Capusotto. Antes había para todos los gustos: más intelectual, más popular. Los fenómenos de internet pueden hacer que el humor vuelva a ocupar espacio en la tele, como sucede con los videos de Cualca.

EL OBJETO DE LO GRACIOSO
Me hacen reír mis amigos y poder mirar algunas situaciones desde otro lugar: la gente que se queja por la tele, alguien hablando muy en serio, todo lo académico. Pienso que todo tiene su costado para hacer reír, el problema es cuál es el objeto de la risa. Por ejemplo, el holocausto y los desaparecidos son temas de los que uno no se va a reír, o al menos no de ciertos aspectos, pero sí puede tomar un costado para abordarlo desde el humor. Recuerdo un sketch que hicimos con un grupo de humor, en el que sucedía que Adolf Hitler estaba vivo en Bariloche y un grupo de estudiantes iba a la casa de ese abuelito (Hitler) a comprar chocolate. Él empezaba a gritar porque ellos no lo escuchaban, no lo respetaban y no sabían quién era. Cuando se les preguntó a los chicos si sabían quién era ese hombre, uno de ellos contestó: “Era el malo de La lista de Schindler”. El humor negro denuncia algo que pasa con respecto a un tema. Actualmente, el lenguaje políticamente correcto invade lo cotidiano y uno siente que tiene que hablar con especial cuidado de determinadas cosas. Un chiste que se me ocurrió al respecto: según el Inadi, ya no se van a poder pegar paralíticas sino rodillazos con capacidades especiales. Nos podemos reír de todo; lo absurdo es creer que como hay algo desigual en relación a un tema, hay que llevarlo al extremo en todas las situaciones de la vida, pero el efecto es que llevado al extremo eso es ridículo.

UNA MIRADA HERÉTICA
Acerca de lo que sucede en mi aparición, noto que al principio la gente reacciona con sorpresa. En algunos casos, con desconcierto. La mayoría de los espectadores lo reciben muy bien y algunos se me acercan a decírmelo. Tal vez sea un prejuicio mío, pero creo que hay un porcentaje (fundamentalmente con la parte del portero y las de las brujas) que siente que hay un sacrilegio de la imagen que ellos tienen de cómo debiera hacerse Shakespeare. A mí me encanta ser parte del sacrilegio y tener una mirada herética de la versión que se supone que hay que hacer. En ese sentido, somos todos soldados de Javier. Se nota mucho cuando viene más público joven a una función, porque lo recibe muy bien.  Eso es bueno, porque los viejos se van a morir antes, ja ja, y los jóvenes son los que lo van a disfrutar por más tiempo, son el futuro. Me parece bien que el teatro apueste a ellos.

REÍR O NO REÍR, ESA ES LA CUESTIÓN
Lo que más valoro de hacer Stand up es la adrenalina de no saber qué va a pasar, y -tal vez en segundo plano- poder bajar o compartir alguna información que quiera de manera humorística. El código es que si la gente se está riendo, algo llegó. Cuando no pasa, no pasa, y esa es una de las peores sensaciones. Si me pasa eso, puedo frustrarme o irme bajoneado, entonces la peleo hasta el final. Me apasiona lo que hago, y puede ser por eso que cuando me va bien sobrevaloro lo que hago y cuando me va mal lo infravaloro. Media hora después estoy comiendo y riendo con amigos, pero en el momento del golpe sólo quedan salidas como reírte de vos, de que no está funcionando.
En Macbeth, de pronto hay un tipo (el portero) que entra a escena y se mea en Shakespeare, y ese es uno de los secretos por los cuales llama la atención lo que sucede después. Me parece bueno que a Javier se le haya ocurrido esa idea porque es una buena forma de arrancar y romper. Me la dio servida: en un ensayo hicimos una improvisación con la estructura que él me dio. Es como una obra armada en siete minutos: conflicto, crecimiento y solución para un portero que no se siente importante y de repente se va dando cuenta de que sí lo es. Él lo armó y yo lo decoré. En un momento pensé que podía no hacer reír a nadie, pero funcionó.

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