jueves, 31 de enero de 2013

ENTREVISTA A FRANCISCO PESQUEIRA


“Todo lo que me quitó la vida me lo devolvió el teatro”

P1110250El actor y cantor conversó con Vía Libreacerca de su experiencia en la puesta de Macbeth que –dirigida por Javier Daulte- se repuso recientemente en la sala Martín Coronado. Celebrando veinticinco años de trabajo como actor, hace un recorrido por su carrera y su vida personal. Además, nos cuenta cómo vivió la conducción de la fiesta de fin de año para el personal con Claudio Da Passano. 

SER PARTE DE LA GRAN FAMILIA
Este año cumplo veinticinco años trabajando profesionalmente como actor. Caí en la cuenta de eso a raíz de la ceremonia de fin de año del Complejo, en la que se homenajeaba a los empleados por los años de servicio que habían cumplido. Para mí fue un premio que me elijan para la conducción de la fiesta.
Siempre llego al teatro exageradamente temprano, aproximadamente dos horas antes. En el teatroEl búho, donde hago Nada te turbe (mi unipersonal), me encanta tomar mate en la platea y estar en todos los detalles. Cuando hacía funciones de Pepino el 88, el musical de Daniel Súarez Marzal, sentía que Susana Perrone (Peluquería) me maquillaba las lágrimas, porque mi mamá estaba muy enferma y sólo la veía en pequeñas escapadas que hacía a Córdoba (nunca falté a una función). Cuando le entregué el diploma a Susana, terminé sintiéndome parte de la familia del San Martín, que es la que nos incorpora a todos y se vincula a la mística que desprende el teatro más allá de los gobiernos y las eventualidades.

CÓMO FUE CONDUCIR LA FIESTA
Cuando los conductores tienen que animar un evento hay una especie de obligación en ser gracioso. Me considero elocuente (tengo un grupo de humor que se llama Carne crítica), pero siento que el teatro está en un momento especial y noto que hay gente que está triste. Es una instancia de transición. Durante la fiesta, me pareció que no había que forzar nada para que fuera gracioso. Escuchar a los compañeros del teatro era muy emocionante, aleccionador, porque mostró un concepto de fidelidad de años de respeto y amor por nuestro trabajo. En ese sentido, cuando algo que uno quiere tiene algo que está mal, uno lo quiere igual. La cultura es todo en un pueblo y somos responsables de todo lo que va sucediendo. Por eso, los que creemos de una manera diferente tenemos que –más que nunca- tomar una posición para defender aquello en lo que creemos. Lo combativo, el compromiso ideológico, no puede ser un estado de Facebook o Twitter porque no llega a tener el matiz de inteligencia para razonar juntos las ideas y sacarlas adelante. El arma de los artistas es decir lo que tenemos para contar acerca de lo que pensamos del país, de la ciudad o de la cultura del mundo. Creo que la mejor forma de mostrar el optimismo es la acción.

ACERCA DE “DAPA”
Cuando uno toma el teatro como lección de vida y asume todo lo que conlleva como compromiso, da enormes satisfacciones. Admiro y quiero mucho a Claudio Da Passano, con quien animamos la fiesta. Él tiene su nobleza intacta y el árbol genealógico del teatro en su sangre (es hijo de los actores María Rosa Gallo y Camilo Da Passano, y hermano de la actriz Alejandra Da Passano). Uno de los trabajos actorales más lindos que vi el año pasado fue Para qué vamos a hablar de la guerra, la adaptación de La strada de (Federico) Fellini que interpretaron Malena Figó, Nacho Vavassori y el mismo Da Passano, con dirección de Román Podolsky.

MISIÓN MÁS QUE CUMPLIDA
Mis cuarenta y tres años pueden parecer menos porque la cuestión lúdica del actor genera una juventud eterna. Me tocó transitar una enfermedad siendo muy chico, y en vez de estar bailando en un parlante, estaba tirado en la cama de un hospital. Un día, mi hermana me dijo: “Los años que parece que tenés de menos son los años que pasaste de esa agonía, así que descontátelos”. El sufrimiento tiene una lección para ver.
Frente al trabajo, trato de conservar la inocencia y la esperanza de un chico. Las cosas que suelo sentir tienen mucho de lírico y romántico, por lo que el niño interno está presente en mí. Además, arrastro desde pequeño la ilusión de ser actor, y mi sueño de trabajar en el Teatro San Martín es tan largo como esa ilusión. Una vez dije que yo sería un mosaico del San Martín. Cuando uno cumple una meta, se encuentra con una realidad diferente al ideal con el que soñó, pero que tiene algo para enseñar. Cuando era chico, este teatro tenía un elenco estable y yo quería llegar a laburar acá por el prestigio. Quería ser un “Eleno Tasisto” (jaja). Venía a actualizar mi currículum todos los años, hasta que Gustavo Schraier (Coordinación Artística) me llamó para el casting de Panorama desde el puente, de Arthur Miller, con versión de Federico González Del Pino y Fernando Masllorens (2004). Y no quedé.
En mi vida hay una constante: todo llega a un ritmo lentísimo. Fui aceptándolo y adaptándome al proceso y a los tiempos de las cosas y eso me ayudó a defender, rectificar y tomar decisiones mucho más profundas. La oportunidad me llegó en 2006, con Rey Lear de William Shakespeare, dirigida por (Jorge) Lavelli. Era el sueño dorado de cualquier actor. La puesta la protagonizó (Alejandro) Urdapilleta, a quien admiraba desde que vi Hamlet (o la guerra de los teatros), la adaptación de (Ricardo) Bartís -una de las personas que más quiero del ambiente- de Hamlet, de Shakespeare. Fue como estar en el Titanic: un crucero del amor, con sus grandes aprendizajes y sus complicaciones.

LA MEMORIA
Tengo una melancolía alegre. Me parece muy importante tener memoria y no olvidarse de los actores que fueron parte de nuestra historia. Para mí era muy importante rendirles tributo a los poetas, aunque sea desde la canción y decidí hacer Nada te turbe, un espectáculo con poemas que pasaron a tener músicas de distintos compositores. Por ejemplo, un poema de Alfonsina Storni con música de Celeste Carballo o uno de Antonio Machado con música de J. Manuel Serrat. Cuando lo reponga voy a agregar un poema de Alejandra Pizarnik. Muchas de las cantantes que sacaban un disco cuando yo tenía trece años fueron incluidas en mi obra y grabaron en mi disco. Eso también llegó treinta años después de que lo soñé. Como todo en mi vida, se tomó su tiempo, pero llegó.

PATERNIDAD
Lo único que me hace llorar en terapia es que no tengo el abrazo de un hijo. Tengo algo de padre con todos, elencos, sobrinos, amigos, gatos. En mí conviven el niño y el padre. Me gustaría ser padre de alguien que lo necesite. Todavía no aprendí a hacer plata, pero cuando esté mejor económicamente, me gustaría adoptar y cambiarle la vida a un hijo. Soy un gran generador, muchos de mis trabajos llegaron porque alguien me vio actuando en algún proyecto de autogestión que había tenido premios o reconocimiento, lo cual es mucho más contundente que un casting, porque viendo a alguien en una obra permite observar mucho más acerca del todo de una persona. Nunca envidié que a alguien le den un protagónico y a mí no, pero sí envidié un abrazo de un hijo. El elenco de Macbeth está lleno de bebés de mis compañeros, y me parece un milagro.

LA REPOSICIÓN DE MACBETH 
Todo lo que me quitó la vida me lo devolvió el teatro. Defender la pasión –cuando uno sabe que ya la tiene- es un proceso de conquista permanente que no puede ser vencido por nada. Carlos Gandolfo decía: “mejor que enamorado, es enamorándose”. Mi hermana y mi papá se murieron en el lapso de un mes, antes de arrancar con Macbeth, obra a la que llegué apaleado por la vida y con problemas de plata. Trabajar con (Javier) Daulte es otro sueño cumplido. Mis compañeros son increíbles. Los quiero, los admiro y vi sus trabajos fuera de la obra que compartimos.
Es muy distinto brindar en navidad y año nuevo sabiendo que uno tiene un trabajo que se vuelve a hacer. Es una alegría reencontrarme con mis compañeros. Julieta Vallina es entrañable y Mónica Antonópulos también. En El Dibuk también me pasó lo mismo con Paula Ransenberg o Tamara Garzón, entre otras. Soy muy feminista porque veo una solidaridad creciente entre las mujeres en contraste a una histeria que noto en nosotros, los hombres. Macbeth fue un gran aprendizaje que hice gracias a mis compañeros y a Javier, que es un arquitecto del laburo, que piensa todo y con quien nada es casualidad. Una experiencia como Macbeth es genial: Shakespeare + Teatro San Martín + buenos compañeros + sueldo.

EL ACTOR EN EL CANTOR
Este año voy a seguir con Nada te turbe. También estoy armando un espectáculo -dirigido por  Carlo Argento- con Ramiro Pettina, que es el mismo músico con el que hice Te doy una canción(nominada el año pasado a los premios ACE en el rubro mejor actuación en café concert) sobre películas argentinas de todo tipo. Me apasiona el cine. Además, creo que voy a cantar con Maximiliano Serral canciones españolas, que me da mucho placer y está en mi sangre gallega, en mis ancestros. Cantar Gracias a la vida y ver que alguien saca un pañuelo en la platea para escucharte cantar es lo mejor del mundo. En mi caso, el actor sostiene mucho al que canta, lo dota, le da un soporte de técnica según los géneros, estudios, y a la hora de tomar elecciones en el decir.

ENTRE LA BELLEZA Y EL RECONOCIMIENTO
Con el tiempo voy asesinando los prejuicios. Me molesta que haya tantas cosas que provienen del acervo popular y son discriminadas por ser grasas y en realidad son bellas. Uno tiene el poder de embellecer las cosas, entonces, ¿por qué debería discriminarse un género? Por haber sido ecléctico, hay un sector de la crítica que aun me desconoce y otra que puede hablar de todos mis trabajos. Tuve mucha suerte con las críticas. Me importan, y los premios también, porque todos buscamos un mimo, como el delfín que salta y le dan un pescado (risas). Las redes sociales también colaboran en mi trabajo. He tomado entidad para mucha gente Le pongo una vela al Facebook. Uno siempre espera sostener la esperanza, es decir, que el trabajo continúe.

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