domingo, 12 de agosto de 2012

Entrevista a Victoria Almeida



“Cada cosa está en mi vida para hacerme feliz, para hacerme aprender”

Victoria Almeida forma parte del elenco de “Las criadas”, de Jean Genet,traducida por Laurent Berger y dirigida por Ciro Zorzoli. La actriz nos habla de su trabajo en la obra que se presenta actualmente en el Teatro Presidente Alvear, de sus creencias espirituales y de cómo juega el ego en el oficio. Aquí, una reseña de lo conversado en la oficina de Recursos Humanos del Teatro San Martín.
Aproximación a la puesta
Era difícil entrar al material porque habla de la miseria humana: la bajeza, la envidia, el resentimiento. Cosas que las personas tratamos de correr de nuestra vida. En el primer momento pensé: “Justo es lo que uno no tiene ganas de ver en uno”. Por suerte, no pasó nada de lo que yo temía en mis prejuicios. Me pregunté cómo sería. En ese sentido, el autor plantea que la obra no se trabaje desde un registro realista. Entramos desde un lugar tan lúdico, divertido y sensorial, que ni me di cuenta de que estábamos tocando esos temas, pues no tuvimos que vivirlo desde lugares psicologistas. Los personajes tampoco se dan cuenta de todo lo que sienten. Me pareció muy acertado cómo se encaró la puesta.

Los ensayos
Estamos muy contentos, en una instancia del trabajo en la que todo va tomando mucho más sentido. Las criadas es una obra que está escrita con mucha delicadeza, en la que los personajes se mueven desde un lugar poco psicoanalítico; es tan poco racional todo lo que hacen, que un trabajo de mesa previo puede volverte loco. Por eso, una vez que empezamos a poner el cuerpo y a encontrarnos con el material desde un enfoque más intuitivo, todo fue encajando en su lugar.

Es una pieza para ir desentrañando a medida que se la trabaja, porque tiene muchos rulos, vueltas, capas. En la historia, cuando los personajes no están representando a otro personaje y están frente a la señora, tampoco son del todo ellas mismas, es decir, también están actuando.

Actrices y personajes
Paola (Barrientos) y yo sabíamos que íbamos a hacer los personajes de las criadas pero no sabíamos cuál nos tocaba a cada una. Esos personajes están muy mimetizados entre sí en la obra y nos costaba diferenciarnos; de hecho, el autor no las delinea demasiado. Era como una masa. Ciro tampoco lo sabía, así que fuimos improvisando y en un momento determinado él lo decidió y nos lo dijo: yo interpreto a Clara y Paola, a Solange.

Hasta que uno se conoce y se da ciertos permisos con el otro actor, pasa un tiempo. A mes y pico de haber empezado a ensayar, estoy muy feliz, como pez en el agua. Esta instancia es muy jugosa, porque ya hay algo que empezó a fluir. No había trabajado con nadie del elenco, y pienso que la comunión con el director es fundamental. Nunca se me ocurrió que iba a poder trabajar con Marilú (Marini). Es una genia. Estamos amasando algo delicioso, estamos fascinados.

Almeida para exportación
Fui a audicionar a Francia con Ariane Mnouchkine y pude hacer el curso becada allá tres meses. El trabajo de ella es inmenso, toma al teatro como herramienta de transformación, como revolución humana. Helena Tritek es un ejemplo en el ámbito del teatro de acá (Argentina) de estar en otro plano. Me dirigió en varias obras, fue mi maestra mucho tiempo y es un referente muy importante para mí.

El lado B de la vocación
Tengo alma de almacenero. En mi cocina tengo todas mis semillas ordenadas. Supongo que no lo haría, pero me gustaría tener un almacén dietético muy ordenadito. Cuando entro a esos lugares y tienen todos esos frasquitos de colores, me encanta, me vuelve loca.

Teatro, vida y Budismo
En 2007 trabajé en una obra que yo quise muchísimo, El trompo metálico. Me resultaba muy difícil porque la pieza hacía mucho pie en el inmenso personaje que yo interpretaba. Lo que el espectador se llevaba tenía mucho que ver con una corriente budista que comencé a practicar para comprender más a mi personaje. Quien había escrito la obra, Heidi Steinhardt, también profesaba esa filosofía. La obra hablaba de los resabios que quedan en nuestra cultura judeocristiana (aunque uno sea ateo) acerca de la culpa, a la dependencia, el sometimiento. Y el personaje –sin hablar de religión- se liberaba de todo eso. Estudiar budismo me permitió una costumbre más profunda y amplia, más allá de lo racional. Quise que mi vida fuera eso.

Ego versus misión
Cada cosa está en mi vida para hacerme feliz, para hacerme aprender, para acercarme a algo relacionado a cierta misión. Muchos se pierden o se olvidan de “la parte de misión” del teatro. Cuando se filtra el ego, algunos actores creen que eso es lo importante y se pierden de algo que puede volverse más intenso, que ocurre cuando pensamos en términos de entretener/emocionar/hacer reír y estar en función de esos objetivos. Ese pequeño cambio termina siendo grande, porque a la hora de elegir un material uno puede cuestionarse -por ejemplo- de qué quiere que la gente se ría o con qué cosas uno quiere meterse. Hace tiempo siento que estoy eligiendo mis trabajos: prefiero no hacer cosas que no me representen, para ponerle el cien por ciento de mi energía a lo que emprenda y hacerlo con gusto.
La relación entre las creencias y el trabajo que uno tenga genera una pregunta acerca de cuál es el verdadero vínculo de uno con lo que hace: ¿Actuás para ver un nombre grande en un cartel, con una foto en la que estés linda?; ¿Para qué te consideren buena?; ¿Para dejar algo en alguien?; ¿Desde qué lugar aparece el ego?

El vaso medio lleno
Me tuve que poner ortodoncia hace unos días. Ahora se me entiende bastante, estoy formando las letras más atrás. Es un lindo desafío, con textos tan largos y ajenos a cómo hablamos actualmente. Si no hablo perfecto en algún momento, me los sacaré, porque todo puede usarse para actuar, pero no transo en que se entienda lo que tengo que decir. Estoy haciendo mucha fonoaudiología, y siento que tengo la voz más fuerte. A veces, gracias a algo que parece malo, se habilita otra cosa buena e impensada.

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