sábado, 16 de abril de 2011
En el último botón de la historia
Elena abrocha el último botón de su camisa con una sola mano mientras está sonando el teléfono. Atiende en el tercer ring y pronuncia un prolongado: “Siiií”. Esa palabra, que no tiene una entonación clara –no se sabe si es una pregunta, una oración inconclusa que invita a que el otro se presente, o una manera de decir hola sin decir hola- se repite. “Síi –pausa- si?”. La segunda vez es una pregunta y se escucha desde el teléfono: “Sí, soy yo”. Elena finge sorpresa y es muy burda: “¡Ah, qué sorpresa! ¿qué tal?”. “Bien –le responden- escucháme, querés salir hoy, ¿estás con ganas?”. Elena está nerviosa sin fingir. Titubea. Es muy muy burda. “Sí, totalmente, ¿qué se te ocurre”. Del otro lado, una voz arrepentida busca ganar tiempo: “Dame media hora para pensarlo bien y proponerte algo interesante, ¿sí?”. Ella acepta. Son los fingidores más confusos de la historia. ¿Y la historia?, ¿Quién la escribe? …Ah, ¿Seguro?
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