miércoles, 9 de mayo de 2012
Entrevista a Francisco Lumerman
Para VíaLibre/ComplejoTeatral de BsAs
“Si las cosas que nos pasan en la vida no pueden estar en el escenario, el teatro se vuelve aburrido”
En pocos días, se estrenará, en la Sala Casacuberta, Sallinger, De Bernard-Marie Koltés, dirigida por Paul Desveaux. A continuación, una reseña de lo conversado con Francisco Lumerman, quien forma parte del elenco y es -además- dramaturgo, director y docente teatral.
PRIMERA VEZ EN EL SAN MARTÍN
Muchas veces, cuando esperaba a la salida de una obra a compañeros que actuaban en el San Martín, pensaba: “Ojalá algún día yo también pueda actuar acá”. Cuando llegó la oportunidad de participar de este elenco, tuve una audición con María Laura Berch fuera del teatro, así que yo no estaba seguro acerca de dónde se realizaría finalmente el espectáculo. El proyecto me resultó increíble fuera donde fuera, y si llegaba a hacerse en el San Martín, mejor aún.
SER DIRIGIDO POR PAUL DESVEAUX
A la hora de trabajar, Paul es muy particular. Compara al texto –que es muy rupturista- con un clásico, porque dice que allí está toda la información que uno necesita para actuar. Por eso, no fue necesario inventar o actuar nada que no estuviera en esas palabras que nos tocan decir. Él pide honestidad todo el tiempo hacia el texto, es decir, que no nos pongamos “teatrosos” o solemnes, y le da mucha importancia al abordaje del texto a partir de la precisión en la respiración. Para él, el vínculo y la psicología del personaje no existen. El punto de partida es que los actores hagan la escena dejándose llevar por el texto, sin ser psicoligistas, porque el texto tiene muchos más sentidos que los que uno pueda pensar.
LA IMPORTANCIA DEL TEXTO
El texto es lo más bello de esta obra. Despliega muchos discursos al mismo tiempo, por lo que los actores debemos abrirnos a que opere sobre nosotros. Poder darle carne es nuestro gran trabajo, y eso funciona cuando uno está muy tranquilo, confiado en el texto, y vacío, es decir, sin poner allí nada de los propios prejuicios.
EL CONFIDENTE
Mi personaje se construye en función del de Martín (Slipak), en tanto es su amigo confidente. Henry (Lumerman) está en una situación de marginalidad en la que siente que no entra, que no es tenido en cuenta, y que a nadie le importa si va a ir a la guerra o no. Por ese motivo, reacciona desde la defensa de ser agredido. Desde la puesta, esto se trabaja a través de la propuesta de Paul de que mi personaje esté viviendo en un auto, sin nada que perder. Henry no es un simple protestón: está muy enojado, pero es desde el dolor que sale a defenderse.
No conocía a Martín y estoy con él en las dos escenas en las que actúo en la obra. Es muy buen actor. Todo el tiempo busca cosas nuevas, es muy generoso. Además, el hecho de habernos empezado a conocer más como personas se tradujo en el escenario.
UN FANTASMA, UNA PERSONA
Hay que pensar a la obra como un duelo, el de “El Colo”. Sin ese duelo, los personajes no dispararían hacia donde lo hacen. Paul lo explica como un planteo que se hace presente en lo teatral, porque la puesta deja ver todo el tiempo que estamos en el teatro, en el escenario. Eso no se oculta: el código lo construye el que mira. Entonces, los actores no hacemos ningún esfuerzo para pensar que el protagonista es un muerto/fantasma.
SALINGER O SALLINGER
En la audición, Paul me contó que en un momento se interpretó que Koltés puso dos “L” para hablar de un movimiento que implicaba a los textos del autor Jerome David Salinger, para diferenciarlo de cuando se hablara sobre Salinger original, el escritor. Luego, el hermano de Koltés dijo que -en realidad- hubo un problema editorial referido a la venta de la obra y, para que no se les mezclara con Salinger escritor, la editorial lo escribió con doble “L”.
LA VIDA A LAS TABLAS
La propuesta de no-construcción hace que uno trabaje con lo que le pasa en un determinado momento. En ese sentido, comprendí mucho más los instantes vitales del personaje luego de haber sido padre (hace sólo unos días). Cuando nació mi hijo y fui a ensayar, Paul me dijo: “Nunca te ví tan feliz en escena”. La singularidad del sujeto genera un sello propio, donde nada da lo mismo: si las cosas que nos pasan en la vida no pueden estar en el escenario, el teatro se vuelve aburrido.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario